Mientras revisaba las heridas operatorias de la Sra. Zúñiga y el Sr. Rojas, me acordaba de nuestras tardes en la escalera del lado A del hospital, de cómo cuando salimos cuando todavía hay sol nos ponemos los lentes oscuros y somos un equipo rumbo a casa, y también recordaba la Margarita y los besos en Chilli's de la semana pasada. Entonces sonreía y les decía a los pacientes que ya volvería para curarlos.
Cuando terminamos la visita y evolucionamos Pezito y yo, veo la hora y ya casi son las 10am. Me pregunto si estarás cansadito y si te estarán dejando hacer lo necesario en la operación. Pido los exámenes de laboratorio, curso las interconsultas que se necesitan y sigo pensando en ti. Leo algunas de tus evoluciones y tu letra que no parece de médico porque es demasiado entendible y ordenada. Ya son las 11am y debemos bajar a la reunión clínica de Cirugía. El tema es bueno, tumores retroperitoneales, pero el expositor - mi querido decano - es desalentador. En fin, la obligación es la obligación. Como me muero de sueño, al llegar con Pezito nos ubicamos estratégicamente para poder dormir sin ser molestados porque los dos estamos tomando clorfeniramina y el sueño nos persigue de una manera irresistible. Entonces mientras el Dr. Huamán habla de los linfomas yo me acomodo y cierro los ojos para soñar contigo. Pienso en nuestras conversaciones en la playa, es nuestro baile en la Barra, en nuestros besos én la Sala de exámenes y el tiempo se pasa rápido y lentamente a la vez. Algo me despierta - creo que es una pregunta de algún doctor que no está tan aburrido como yo - y vuelvo a pensar en tu almuerzo.
Termina la reunión clínica y me voy a almorzar al comedor. Pezito me presta su tarjeta de comida porque tú tienes la mía y estás en sala de operaciones, y él vive frente al hospital así que ha decidido ir a su casa a comer. Bajo, recojo la carapulcra con ensalada de cebolla, mandarina y refresco en la charola y me siento en una mesa solita. Te extaño más en ese momento. Pruebo la infusión y tal como temía, es anís. Tú sabes que no tomo anís, así que tomo los dos soles que me dejaste antes de irte a sala por si tenía sed y me quería comprar una gasesosa, y me compro una Inka Cola. Mientras voy comiendo, pienso que saldrá con mucha hambre así que como no tengo ni saldo en el celular ni monedas, decido que recogeré mi tarjeta de crédito de mi cartera allá en el piso y sacaré dinero para comprar una tarjeta Claro para poder mandarte un mensajito bonito y te compraré algo rico para que puedas comer algo al salir de la cirugía. Termino mi almuerzo y subo al piso.
Cuando voy a buscar en mi cartera, me invade la sorpresa. No he traído mi tarjeta de crédito. La busco hasta en bolsillos en los que no cabría ni un fósforo, y obviamente no la encuentro. Me lamento mucho de haberla olvidado en mi casa, y lamento más el no tener ni cincuenta céntimos para comprar una galleta. Ahora, qué te compraré. Qué penita el no poder esperarte con algo para comer cuando salgas. Qué curiosos son los días, que cuando hago andar la tarjeta, nunca la uso. Y cuando la necesito, no está. Vuelvo a la estación del piso y me siento. Le pregunto a la enfermera si han llegado los pacientes nuevo para entrevistarlos y me dice que ya llegó una. Tomo las hojas y me voy a la habitación 647A. Empiezo a preguntarle sus antecedentes, y me acuerdo de cuando empezamos juntos, en el 7mo C, cuando por alguna razón real o inventada iba a verte al cuarto en el que estabas curando, o tú venías a sentarte en el sillón de la paciente a la que estaba visitando yo y de alguna forma, sin ser enamorados todavía, compartíamos espacio y horas. Mientras la paciente sigue contándome que viene para una esplenectomía, sigo extrañándote y pienso en si hoy que es martes, podremos ir al cine, si no saldrá muy cansadito de estar más de seis horas cortando y seccionando un páncreas. Cuando termino la historia, me despido de la paciente y vuelvo a la estación.
Ya son las 2pm. ¿A qué hora saldrás? Cuento los avances del minutero del reloj del hospital. Espero paciente porque vengas y me tomes de la cintura y me des un beso. Espero paciente porque vengas a sentarte a mi lado y yo ponga mi pie sobre el tuyo y te mire y sonría y tú también sonrías. ¿A qué hora vendrás? Cómo extraño tu mano tomando la mía por debajo del mostrador porque estamos en nuestro lugar de trabajo, aunque todas las enfermeras saben que estamos juntos. ¿Por qué te quiero tanto? Sigo escribiendo para que el tiempo se pase volando y cruza el Dr. Coayla por el pasillo. Me dice que ya está por terminar la Whipple porque solo falta la gastroenteroanastomosis. Me pregunta por uno de sus pacientes y se va. Sonrío porque falta poco. Me fijo en el reloj y son la 3pm. Ya cerró el comedor. Cuánta pena siento de no haber podido comprarte nada. No importa, una vez que estés aquí algo planearemos para que almuerces algo rico.
Entonces te espero. Entonces te amo. Y entonces apareces tú por el pasillo al fin. Entonces soy feliz.
Supayniyux