5 may 2009

Mientras te esperaba

Ni bien dejaste la visita y bajaste por las escaleras para ir a sala de operaciones, te comencé a extrañar. Sabía que la Whipple podía durar todo el día y no te vería en todo ese tiempo, así que me puse triste por un momento y seguimos escribiendo en las historias clínicas. Mientras escribía las recetas de los pacientes y los doctores discutían sobre los melanomas y las separaciones de pisos por esófagos y cómo era posible de que no nos dejaran operar pólipos vesiculares, pensaba en ti. En que estarías parado haciendo lo que más te gusta, operando, y me preguntaba a qué hora ibas a almorzar porque para el momento en que terminara la cirugía, el comedor ya no estaría abierto.

Mientras revisaba las heridas operatorias de la Sra. Zúñiga y el Sr. Rojas, me acordaba de nuestras tardes en la escalera del lado A del hospital, de cómo cuando salimos cuando todavía hay sol nos ponemos los lentes oscuros y somos un equipo rumbo a casa, y también recordaba la Margarita y los besos en Chilli's de la semana pasada. Entonces sonreía y les decía a los pacientes que ya volvería para curarlos.

Cuando terminamos la visita y evolucionamos Pezito y yo, veo la hora y ya casi son las 10am. Me pregunto si estarás cansadito y si te estarán dejando hacer lo necesario en la operación. Pido los exámenes de laboratorio, curso las interconsultas que se necesitan y sigo pensando en ti. Leo algunas de tus evoluciones y tu letra que no parece de médico porque es demasiado entendible y ordenada. Ya son las 11am y debemos bajar a la reunión clínica de Cirugía. El tema es bueno, tumores retroperitoneales, pero el expositor - mi querido decano - es desalentador. En fin, la obligación es la obligación. Como me muero de sueño, al llegar con Pezito nos ubicamos estratégicamente para poder dormir sin ser molestados porque los dos estamos tomando clorfeniramina y el sueño nos persigue de una manera irresistible. Entonces mientras el Dr. Huamán habla de los linfomas yo me acomodo y cierro los ojos para soñar contigo. Pienso en nuestras conversaciones en la playa, es nuestro baile en la Barra, en nuestros besos én la Sala de exámenes y el tiempo se pasa rápido y lentamente a la vez. Algo me despierta - creo que es una pregunta de algún doctor que no está tan aburrido como yo - y vuelvo a pensar en tu almuerzo.

Termina la reunión clínica y me voy a almorzar al comedor. Pezito me presta su tarjeta de comida porque tú tienes la mía y estás en sala de operaciones, y él vive frente al hospital así que ha decidido ir a su casa a comer. Bajo, recojo la carapulcra con ensalada de cebolla, mandarina y refresco en la charola y me siento en una mesa solita. Te extaño más en ese momento. Pruebo la infusión y tal como temía, es anís. Tú sabes que no tomo anís, así que tomo los dos soles que me dejaste antes de irte a sala por si tenía sed y me quería comprar una gasesosa, y me compro una Inka Cola. Mientras voy comiendo, pienso que saldrá con mucha hambre así que como no tengo ni saldo en el celular ni monedas, decido que recogeré mi tarjeta de crédito de mi cartera allá en el piso y sacaré dinero para comprar una tarjeta Claro para poder mandarte un mensajito bonito y te compraré algo rico para que puedas comer algo al salir de la cirugía. Termino mi almuerzo y subo al piso.

Cuando voy a buscar en mi cartera, me invade la sorpresa. No he traído mi tarjeta de crédito. La busco hasta en bolsillos en los que no cabría ni un fósforo, y obviamente no la encuentro. Me lamento mucho de haberla olvidado en mi casa, y lamento más el no tener ni cincuenta céntimos para comprar una galleta. Ahora, qué te compraré. Qué penita el no poder esperarte con algo para comer cuando salgas. Qué curiosos son los días, que cuando hago andar la tarjeta, nunca la uso. Y cuando la necesito, no está. Vuelvo a la estación del piso y me siento. Le pregunto a la enfermera si han llegado los pacientes nuevo para entrevistarlos y me dice que ya llegó una. Tomo las hojas y me voy a la habitación 647A. Empiezo a preguntarle sus antecedentes, y me acuerdo de cuando empezamos juntos, en el 7mo C, cuando por alguna razón real o inventada iba a verte al cuarto en el que estabas curando, o tú venías a sentarte en el sillón de la paciente a la que estaba visitando yo y de alguna forma, sin ser enamorados todavía, compartíamos espacio y horas. Mientras la paciente sigue contándome que viene para una esplenectomía, sigo extrañándote y pienso en si hoy que es martes, podremos ir al cine, si no saldrá muy cansadito de estar más de seis horas cortando y seccionando un páncreas. Cuando termino la historia, me despido de la paciente y vuelvo a la estación.

Ya son las 2pm. ¿A qué hora saldrás? Cuento los avances del minutero del reloj del hospital. Espero paciente porque vengas y me tomes de la cintura y me des un beso. Espero paciente porque vengas a sentarte a mi lado y yo ponga mi pie sobre el tuyo y te mire y sonría y tú también sonrías. ¿A qué hora vendrás? Cómo extraño tu mano tomando la mía por debajo del mostrador porque estamos en nuestro lugar de trabajo, aunque todas las enfermeras saben que estamos juntos. ¿Por qué te quiero tanto? Sigo escribiendo para que el tiempo se pase volando y cruza el Dr. Coayla por el pasillo. Me dice que ya está por terminar la Whipple porque solo falta la gastroenteroanastomosis. Me pregunta por uno de sus pacientes y se va. Sonrío porque falta poco. Me fijo en el reloj y son la 3pm. Ya cerró el comedor. Cuánta pena siento de no haber podido comprarte nada. No importa, una vez que estés aquí algo planearemos para que almuerces algo rico.

Entonces te espero. Entonces te amo. Y entonces apareces tú por el pasillo al fin. Entonces soy feliz.

Supayniyux

1 sept 2008

El anticipo

Pasando visita a la sala de lactantes de cuidados intermedios del hospital.
En medio de la exposición del caso clínico, suena el bendito celular.
- Aló, por favor con la dra. Cecilia que este es un día muy especial.
- ¿Quién habla?
- Su fiel amigo Alexander Granados.
- (susurrando) Hola Alex, ahorita estoy ocupada. Estoy en práctica en el hospital.
- Ah ya, no hay problema. A qué hora te puedo volver a llamar para terminar de saludarte por tu cumpleaños pues amiga, no creas que me he olvidado esta fecha tan importante.
- Mmm... gracias Alexito por el saludo, llámame al medio día, pero del 1ro de Octubre que es mi santo, no hoy. Estás un mes adelantado.
.
.
Supayniyux

3 ago 2008

Para un general

Sentada en un bar del centro de Lima, tomando pisco y con un fondo de piano hiriente en este invierno lluvioso, te he recordado más que otros días. El humo de este lugar, esa sensación cadenciosa de la música y las voces apagándose una tras otra mientras pienso en ti y en tus rulos, la barba descuidada que raspaba en cada toque y tus palabras, me están llevando de vuelta a sitios cerrados con doble llave en mi mente. De vez en cuando, es bueno reabrir lugares prohibidos, pensando cosas que no se deben pensar y sufrir un poquito, con gusto y placer, la tristeza y necesidad de tu ausencia.

Nuestra historia - si es que todavía queda historia - rara, incompleta y extraña, no inicia en un insípido cine mientras yo miraba la película y tú seguías molesto porque yo había llegado tarde. Empieza en tus palabras, en tus tontas y grandes historias, en los amigos en común, en visitas de estadio y quizás mucho antes. Yo sé que crees que nunca te quise, y yo misma lo creía hasta que pasaron muchos días sin poderte hablar y me di cuenta que te extrañaba y que los domingos en la noche no era iguales sin ti, sin Bayly, sin el placer de los ojos o sin música. Yo misma estuve segura y aunque no leas esto nunca, no deja de ser verdad que sí te quise mucho.

La vida es un mercado te dije alguna vez, y el amor también. Siempre alguien que ofrece algo, y alguien que busca. Todo está en encontrar una oferta y demanda que encajen, y así de fácil se consigue la felicidad. Tú me diste más de lo que podía darte, siempre más y esperabas no menos que eso. En realidad lo que tú buscabas, con los 10 años que me llevabas era alguien con quien compartir tu vida y donde no se perdiera ni un segundo de formalismos o espacios absurdos, sino que te quisiera a toda costa y por sobre todas las cosas. Jamás sabré si esperar lo mismo a cambio es bueno para alguien porque casi nunca se consigue, ni en intensidad ni en velocidad y ese fue el forado que determinó lo que ahora somos, personas que no saben nada una de la otra.

Desde la vez que cantábamos boleros en tu auto, frente a algún parque de la ciudad y el agua caía del cielo intempestivamente, hasta las conversaciones con tu madre haciendo causa común contra ti y tu animadeversión por la plantas, todo ha quedado en mi mente de alguna forma extraña, guardado en el rincón de las personas importantes que salieron de mi vida por decisión propia y por bien de ambos. El últmo día que te vi, cuando me pediste nunca más comunicarme contigo supe que te había herido sin quererlo, porque tú necesitabas algo que en ese momento no podía ofrecerte, porque mi ritmo lento y pausado exasperaba tu grito de cariño inmediato y explícito, y prometí no acercarme nunca más si era eso lo que querías. Otros asuntos importantes distraían tu mente y debían ocupar tu atención, por lo que amores de letras y melodías podían esperar. No sé nada de ti desde ese momento, salvo algunas frases tuyas que de vez en cuando leo, sin más que imaginar que estás bien, que tu hijo sigue bello como siempre y que tu madre cuida sus plantas en la terraza y tu padre camina libre por las calles de esta horrible ciudad. Y que tú estás mejor que nunca en el nuevo trabajo que llegó en el mejor momento, cuando todo parecía gris y las malas noticias calaban hondo y hacían sangrar el espíritu. Todo siempre lo has hecho bien, desde tus escritos hasta tus besos luego de pisco sours y promesas de siempre cuidarte en el oído, y no dudo que ahora todo es incluso mejor.

Estoy en el bar que tú me enseñaste, en la mesa en la que siempre nos sentamos tomando lo que siempre tomamos las pocas veces que salimos juntos. Tengo ganas de escuchar a Fito, a Facundo y a Silvio, con cada nota y palabra sonando a ti, a nuestras canciones paseando por la ciudad, a los posts de guerra y respuesta, a los compromisos de enseñarme a fotografiar y traer chocolates suizos y a esos momentos que no sucedieron pero que se quedaron en la memoria, como fuente de inspiración de historias y motivo de sonrisas con copa en mano y pena atravesada por segundos. Es de las melancolías que duelen de forma agradable, porque con el tiempo se agudizan y endulzan y hacen que uno piense que hizo lo correcto aunque costó mucho y algún día, después de mucho tiempo se sabrá realmente si valió la pena. Habrá que esperar.

Porque me enseñaste a querer la trova, a ver a Bayly, a valorar la audacia, a mirar los Daewoos, a no comer en el Munich e idolatrar los estetoscopios rosados. Porque supe que todos tienen derecho a tener alguien que los quiera como ellos quieren, que los fotógrafos deportivos no pueden ser hinchas, que cada uno de nosotros debe avanzar a su paso seguro y que muchas veces ver bailar es más interesante y placentero que bailar. Porque al final me quedo con Lolita de Nabokov, con El breve espacio en que no estás de Milanés, y con la carta de amor que algún día escribiste. Y porque al final algunas cosas deben dejarse ir y luego de ti dejé ir lo que era y fui Cecilia para bien y por ahora, con todo lo bueno y lo malo que siempre hay en todos los mortales, sobre todo los que han sentido cariño alguna vez.

Porque fuiste alguien que dejó una huella, esta es la carta de un coronel a un general.

Supayniyux

22 jul 2008

Seek and destroy

"A menudo encontramos nuestro destino
por los caminos que tomamos para evitarlo"

Jean de la Fontaine


- Dra C, por favor atienda al paciente que acaba de llegar en la camilla. Tiene un TEC leve, hágale la historia clínica. Ya vuelvo para verlo.
Otro contuso, pensé yo, aburrida en esa noche invernal de enero que solo me había traído accidentados y uno que otro borracho con intenciones galantes a la sala de emergencia donde estaba rotando. Ya era mi segunda semana en el Hospital ERM de Nueva York y casi como en las películas, el crimen verdaderamente abundaba. Un peligro para los habitantes, una suerte para mí que hacía de ese reciento mi centro de operaciones, cosiendo, reduciendo fracturas, resucitando y dando alguna palabra de consuelo en mis guardias. De todos los casos que llegaban, nunca me gustaron los que tenían golpes de cabeza por la sencilla razón de que en Lima, donde había vivido y estudiado toda la vida, cuando una persona se caía y se rompía la cabeza simplemente se sobaba o en el peor de los casos llegaba caminando para unos puntitos. No más drama. Sin embargo, en los pocos días que llevaba en esta sala de emergencia había visto llegar a tremendos gigantes en camilla, asegurados con correas, y poco más y con suero por un simple golpe. Parafernalia americana, ni más ni menos. Pero bueno, esas tierras poco apreciadas por mí me ofrecían un campo de prácticas para la cirugía que quería seguir, y las oportunidades no se desaprovechan me enseñaron a mí.
Entonces voy hacia la camilla y lo veo. Algo familiar me resulto en ese rostro, pero no podía dilucidar si era la cara de semi-felicidad por el cóctel de analgésicos que les ponían a todos los golpeados, o si en algún momento de mis 23 años lo había visto antes.
- Buenas noches Sr…
- L, Sr. L.
- Sr. L, soy la Dra C y voy a atenderlo. Le voy a hacer algunas preguntas y necesito que me conteste brevemente.
El típico interrogatorio, nombre completo, fecha de nacimiento, sexo - todo en esta vida es posible y hay que asegurarse – y cuando llego a lugar de nacimiento y escucho Lima, Perú de respuesta, entonces dejo de escribir y por primera vez le sonrío.
- ¿De verdad eres peruano?
- Como la mazamorra. Solo que no parece.
No dejaba de tener razón, porque con la piel blanquísima, los cabellos casi rubios y la altura bien podría pasar como cualquier nativo de las tierras que pisábamos. Me alegré de alguna forma de encontrar a alguien de donde yo era, así que dejé de lado la reticencia con la que siempre trataba a los pacientes alaracosos y decidí ser más amable. Seguí preguntando cosas importantes para el caso, matizando con algunas bromas sobre añoranza de comida real y verano en las playas del sur.
- ¿A qué te dedicas aquí, L?
- Trabajo de snowmaker en el verano –peruano, claro está-. Justo ahí, con uno de los asientos que transportan a la montaña para esquiar, me golpeé la cabeza cuando los encendieron si avisarme. Allá en Lima estudio gastronomía pero vengo siempre por los tres meses de vacaciones.
- Ah, entonces hace años que no vas a la playa y estás enterrado en la nieve. Con razón jaja.
Entonces termino de hacer las preguntas, no sin antes enterarme que no era la primera vez que tenías accidentes aparatosos con golpe en la cabeza. Ya eras caserito en palabras simples, así que decidí revisarte antes de poner los puntos.
- Esta cicatriz…
- De un golpe contra la pared de mi casa, creo que algunos techos no se han hecho a mi medida, aunque en ese hasta tú te habrías golpeado la cabeza.
(Por insinuar que soy chiquita te jalo los cabellos)
- Uy, disculpa. Y esta cicatriz…
- Cuando mi hermana me golpeó con un bate por haber hervido a su barbie.
(Bien hecho pienso, castigo a esos hermanos que destruyen propiedad privada)
- Y esta cicatriz…
- Ah, cuando en el colegio me corté la cabeza con un hacha.
(Primero me río porque pienso que estudiaste con los locos Adams para andar accidentándote con un hacha, pero luego algo viene a mi mente)
- ¿En qué colegio estudiaste?
- En el WWE.
- Y estabas en 2do grado, en la actuación de Fiestas Patrias, ¿cierto?
- ¿Cómo sabes?
Entonces recordé dónde te había visto antes y había sido ahí, en esa actuación del colegio donde estudié mi primaria, cuando juntaron a todas las secciones de 2do grado y la profesora no tuvo mejor idea para la presentación que recrear un cortamonte – más conocido como yunsa-, con todos nosotros bailando como pitufos alrededor de un árbol en maceta que ella misma trajo y para hacerlo más verídico, tuvo la brillante idea de traer un hacha de verdad. Vio al más blanco y gordito de los que estábamos ahí, un chiquito que parecía buena gente y que se presentó el día de la actuación con un ternito azulito que lo hacía parecerse a mi ken. Siguiendo las magníficas medidas de previsión de la profesora de primaria, a quien no se le había ocurrido que tremenda hacha era un peligro para el niño que jamás había cargado una, y para todos nosotros en caso de que a él se le ocurriera representar alguna película de terror de su preferencia, nunca hubo ensayo con el instrumento contuso-cortante, sino que el mismo día de la presentación a 5 minutos de que nosotros, ataviados con vestiditos y ropita de fiesta y atiborrados de serpentinas y pica pica, entráramos triunfantes al escenario del auditorio del colegio WWE para danzar alrededor del arbolito, recién se le ocurrió traer el hacha. El niño, todo campante, la recibió pensando quizás que era igual a un mazo de piñata, y cuando comenzó la música de carnaval, se abrió el telón y todos empezamos a bailar en círculos alrededor del arbolito, el niño del hacha – a quien tenía en mi sala de emergencia hoy – sintió que el peso de la herramienta le vencía y ésta resbalaba por su hombro. No tuvo mejor idea que, de una levantada de hombrito, hacer saltar el hacha que fue a parar directamente en su cabeza por encima de las orejas, haciéndole una rebanada al cuero cabelludo, luego de lo cual el niño soltó el objeto y se quedó atónito. Nosotros, que felices seguíamos bailando el carnaval, quedamos mudos cuando vimos la cantidad de sangre que salía de la cabeza del niño, que se puso a reír. Entonces los papás comenzaron a gritar como cuando gritan las mujeres cuando ven a un pericote, y todo se volvió un alboroto. Mientras, nosotros nos reíamos con el niño porque todo parecía una película de horror y hasta nos pusimos a jugar con el hacha y seguíamos bailando, jalando los falsos regalos que habían colgado del árbol, hasta que apagaron la música y vimos como unos papás, probablemente del niño de ternito azul, estaban a punto de dar un hachazo a la directora por exponer a sus hijos así. Luego de eso, a cada uno nos recogieron nuestros papás y no fuimos al colegio por una semana, que en nuestros 7 años se vieron como vacaciones y cuando volvimos a clases, el niño blanquito y gordito ya no estaba en el colegio.
- Así que tú fuiste el monstruo del hacha.
- Ese mismo soy yo. Al menos te di una semana de vacaciones.
Coincidencias de la vida, jugarretas del azar. Limpio el lecho de la herida por la que has venido, ahora con más suavidad y cuidado porque sé que los golpes de cabeza son tu fuerte, y además porque durante esa semana que falté al cole mi papá me llevó a ver Disney sobre hielo, a Play Land Park y a todas las diversiones que una niñita de 2do grado pudiera disfrutar, en su afán de distraerme del horrendo episodio que había vivido, sin saber él que esa fue una de mis motivaciones para estudiar medicina y ahora estaba en un hospital cosiendo cabezas y viendo sangre por doquier, aunque sin nadie que me lleve a los juego mecánicos por ver eso. Esa gran semana de felicidad que pasé hace tantos años, te la debo a ti así que decidí curarte bien.
En ese momento llega el jefe de la guardia, todo serio, con su gran bata blanca que jamás ensucia porque el trabajo sucio – entiéndase sangriento – lo hacen los internos, los residentes y los rotantes, como yo.
- Dra C, ha hecho toda la historia imagino.
- Sí, Dr H. El paciente está listo para aplicar los puntos de sutura en la herida contusa de la región parietal.
- Le pondré grapas. Guantes, por favor.
El Dr. H., conocido por el ausente trato directo con los pacientes, te pone un poco de anestesia y procede a ponerte las grapas. Una, dos, tres. Ya, dijiste, y ya dije yo pensado que se había acabado y tú ni lo habías sentido porque el bloqueo de la lidocaína impedía la sensación de dolor.
- Una más, Dra. C, sino nos denuncian como siempre.
Grito de dolor, porque en esa zona no te habían puesto nada. Así es la vida, compatriota, del curar y ser curado.
- Listo. Dele un analgésico y que se vaya a descansar. Ud. También puede ir a dormir dos horas, luego de regreso a la guardia. Estaré en la habitación de médicos.

Termino de limpiar la herida ya cerrada, busco unos analgésicos, las 100 hojas de información sobre los accidentes de trabajo, el ibuprofeno y los procedimientos hospitalarios que te tengo que dar por la política americana de abrumar al paciente de datos médicos que a la larga, se dan para prevenir las demandas. Te los doy y tú ya estás prendiendo tu IPOD. Escucho algunos acordes de Metálica de tus audífonos que me imagino te dejarán sordo algún día. Has decidido irte caminando y no en ambulancia a pesar de la insistencia de la asistenta y la auxiliar, no sé si porque te sientes ya mejor o porque te ha avergonzado que te diga teatrero y trágico por llegar a mi emergencia en camilla por un golpe de cabeza.
- Bueno L, mucha suerte en esta ciudad. Es difícil, peligrosa y fría… aunque tú eres el amo y señor de la nieve. Ya nos veremos algún día allá en Lima.
- Claro, te debo un buen lomo saltado, que es lo que mejor me sale y lo que más quisiera comer ahorita. El golpe me ha dado hambre.
Me das la mano y yo te doy un beso en la mejilla. Lo siento, la calidez no se pierde ni en los sitios más helados. Tú sonríes, te pones los audífonos y te vas, y mientras caminas todavía puedo escuchar la canción. Llega en ese momento un herido de bala y pienso que al diablo el descanso, es hora de salvar vidas. Te has perdido en la fría noche de Nueva York y yo a punto de empezar otra historia, tarareo en mi mente:
Running,
On our way.
Hiding,
You will be
Dying,
A thousand deaths
Searching,Seek and Destroy


Supayniyux

10 jul 2008

Pedacito de vida

"El regalo de la felicidad pertenece a quienes lo sacan de su envoltorio"

Anónimo

El recuerdo más antiguo que tengo de ti, Sandro, es cuando me enseñaste sobre el sistema solar. ¿Te acuerdas? Estábamos tomando desayuno y yo te pregunté por qué el sol se iba y venía. Entonces tú tomaste la lata de Nescafé que se convirtió en sol, y el azucarero de metal que luego fue la Tierra, y empezaste a hacer todos unos movimientos alrededor de la mesa con sonidos y efectos especiales para que yo te entendiera y luego me hiciste sostener el servilletero y así creamos nuestro mini sistema planetario nada menos que en nuestra propia cocina. Yo a mis 4 añitos quise explicarle igual a mis amiguitos del jardín pero no lo logré. La magia estaba en tus efectos especiales.

También me acuerdo cuando yo estudiaba en Miraflores, 2do de primaria, y tú me llevabas en el Enatru camino a tu trabajo y me ibas contando sobre la fábrica y cosas de Huaraz mientras atravesábamos toda la ciudad juntos. Ahí me enseñaste que los niños chiquitos deben bajar primero porque sino el conductor del micro no los iba a ver por el espejo y podía cerrar la puerta sin darse cuenta que los pequeñitos estaban bajando. Por eso yo me bajaba en el paradero primero que todos los adultos, mientras tú me veías sentado y te despedías con la mano, y yo luego de hacerte un adiós con mi manita caminaba dos cuadras con mi mochilita y mi lonchera a mi colegio. Entonces las profesoras en la puerta me preguntaban si había ido sola al cole y yo les decía que mi hermano mayor me había dejado en el paradero pero como era grande, tenía que ir a trabajar.

Y la vez que me regalaste el cancionero de Alianza Lima para que cante contigo aunque sabía que nunca me ibas a llevar al estadio, pero bueno pues, la ilusión bastaba y yo me llegué a aprender algunas, que ahora cuando escucho en tribuna me hacen acordar a ti. Tantas cosas que me enseñaste cuando vivías en la casa Sandrito. Aunque también te beneficiaste de tenerme como hermana menor porque hasta saliste con mi profesora Verónica de 1er grado, aunque yo también gané de esa experiencia ya que nunca me dieron tantas estrellitas ni caritas felices.

Claro que tenías tus arranques, como cuando gritabas desde la ventana de mi cuarto: Ceciliaaaa!!! Entra a comer!!! Y no solo yo sino mis amigos y todo el parque entero en el que vivíamos se enteraba que era hora de la cena y yo tenía que decir que mi hermano era medio loco y que mejor me iba rapidito a mi casa. Muchas veces discutimos, muchas veces me gritaste y muchas veces lloré, pero siempre lo bueno fue mucho más grande que lo malo.

Por ti se como fue el arribo de Colón a América, por la forma que me contaste sobre tu profesor que los hizo subirse a todos al escritorio de tu salón, como si fuera un barco y les gritaba: Remen!! remen!!! mientras zarandeaba el mueble simulando las tribulaciones del mar. Y Rodrigo de Triana, tu amigo Pepito subido a una de las carpetas con el trapeador como mástil, gritaba: Tierra!! Veo tierra!! Cuántas cosas Sandro, desde tus enseñanzas, tus gritadas hasta tu bandera aliancista... Cuánto tiempo y vivencias juntos en la casa.

Por eso cuando te fuiste a Holanda a trabajar, me sentí como se sienten las cosas buenas que duelen. Tristeza por tu partida, alegría por ti. Tú ya no vivías en la casa por varios años, pero la lejanía de un hermano siempre es importante. Ya allá, con la increible capacidad de trabajo y ese ímpetu que siempre tuviste, decidiste quedarte. Nosotros fuimos a verte el año pasado y me di cuenta que eres feliz allá. Conocimos a tu chica, la holandesa que ahora es tu esposa y supimos que tu vida iba viento en popa.


Y ahora Sandrito, eres papá. Mientras escribo, con los ojos brillando y con mucha emoción, no sabes cuan alegre estoy. Tú, el que nunca pensó casarse, el rebelde, el del carácter para hacer correr a cualquiera y el que más merecía ser feliz, has encontrado una mujer que te quiere - es muy blanca para mi gusto pero te quiere y eso es bastante jaja - y tienes ahora en tus brazos a un pedacito de vida que alumbrará tus días. He visto tus fotos y eres otro Sandro, emanas una dulzura y un cariño como nunca te vi, como el papá chocho que recibe un viento de felicidad y un motivo inmenso para vivir y ser cada día mejor. Esta pitufita, Noelia, ha llegado para engrandecer tu vida y hacer tus días maravillosos, igual que a tu esposa. Me apena muchísimo el no poder estar ahí, verás, miles de kilómetros nos separan y pasará mucho tiempo para poder cargarla y arrullarla, y tocar sus manitos chiquitas que caben en la palma de mi mano, pero así es la distancia. Sin embargo, el tiempo pasa volando así que cuando vengas a visitarnos o vayamos de nuevo por allá, seguro me la llevaré de paseo en su coche por las calles y le cantaré.

Mientras llegue ese día Sandrito, quiero que sepas que todos aquí somos felices por ti. Mi mamá le tejió el roponcito con un cariño inmenso, y mi papá le anda diciendo a sus amigos que ya nació su séptima nieta. Yo le compré un vestidito aliancista y seguro me mandarás las fotos cuando se lo ponga. Todos esperamos verlos pronto Sandro, sobre todo yo. Que aunque eres mi hermano mayor, de alguna forma pude ver ese instinto paternal, ese cariño y ese amor que dabas mientras sostenías mi mano chiquita cuando me llevabas a mi cole, y mientras sostenías mi mano cuando bailaste conmigo en mis 15 años. Tú mas que nadie serás un buen padre y cuando eres feliz, nosotros también.

Te quiero mucho Sandro, a la distancia.

Supayniyux

1 jun 2008

Yo tengo fe

"Ser de Alianza es una pasión diferente
que para siempre
llevo conmigo"

Comando Svr


Es en estos momentos donde se ve a los hinchas de verdad. Cuando las papas queman, muchos quieren bajar los brazos y caer en el abismo profundo de la desesperanza, los corazones de los que ciertamente están enamorados de los colores de una camiseta, siguen palpitando, nutriéndose en tiempos de sequía y derrotas del solo amor presente en un pueblo que sufre mucho, pero alienta más.

Como en el partido contra Sao Paulo para la Copa Libertadores 2007, cuando ya habíamos perdido todos los anteriores, no era ni siquiera "matemáticamente" posible coneseguir algo y como dijeron muchos, jugábamos por nada. Yo tenía guardia ese día en el Hospital Dos de Mayo y pedí permiso por tres horas, caminando ese 28 de febrero en ropa de cirugía con mis amigos de la universidad por Isabel la Católica para llegar a nuestro destino. Es cierto, no éramos muchos pero como me dijo uno de ellos, éramos los que débíamos estar. Y con tristeza vi que mi equipo realizaba una campaña desastroza, pero con orgullo vi que incluso cuando no había nada que ganar, mas que el honor, la fidelidad del pueblo acompañaba en las buenas y en las malas, como dice la canción. Cuando terminó el partido y volví a mi guardia, entrando a sala de operaciones el doctor, que sospechaba el motivo de mi ausencia, me preguntó si había valido la pena ir a ver a mi equipo perder. Yo le contesté con sinceridad y cariño que siempre valía la pena ir a ver a mi equipo.

Por eso, en el partido contra San Martín del año pasado en Matute al que no pude ir porque estaba en otro continente, tan lejos de la cancha pero tan cerca del sentimiento, a penas llegué a Roma fui a buscar una cabina para poder enterarme del resultado. Tenía puesta mi camiseta, que llevé a todo el viaje como muestra de que los amores se llevan a todos lados, y cuando entré y vi el resultado - San Martín 5, Alianza Lima 0 - por poco y me caigo de la silla. ¡Qué tristeza obtener un resultado así, pero qué dolor más fuerte el no haber podido estar en la tribuna al lado de mi equipo! Con más convicción que antes, lo quise más y esperé con ansias el volver a Lima para estar nuevamente ahí, donde el hincha debe estar: en el cemento.

Alianza Lima este año realizó una campaña pésima. El trabajo de Arrué no bastó y las falencias tanto tácticas, dirigenciales y emocionales nos había traído más tristezas que alegrías. Es así que cuando llegó el partido contra San Martín en el Callao, pensé que era oportunidad para una revancha y saliendo apurada con mil artilugios para poder llegar, nos fuimos con Beto al Miguel Grau. Llegamos y vi que era un partido muerto: jugar con un equipo que no tiene barra en absoluto ensombrece el ambiente. No éramos mucho otra vez, es cierto, pero nuevamente estuvimos los que debíamos estar. Y es entonces que llegaron los goles... en contra. Lo extraño fue que muchos no se daban cuenta hasta que volteaban - como yo en dos de los 5 que nos metieron esa noche - y veían en el tablero luminoso el resultado. Uno, dos, tres, cuatro... cinco. Parecía una pesadilla en cámara lenta, un suplicio decadente para nosotros, que veíamos estupefactos como estos individuos en la cancha jugaban todo menos fútbol, ponían todo menos corazón y sudaban todo menos la camiseta. Era descorazonador ver los intereses de miles - aunque esa noche solo hayamos sido cientos - en manos, o mejor dicho pies de gente que parecía jugar en cualquier equipo de barrio menos en Alianza Lima. Muchos de nosotros desesperaron, algunos ya querían irse y hasta concertaron ponerse de pie todos y salir al unísino para hacer sentir la protesta y rechazo ante esa actitud. Felizmente entraron en razón - nada se soluciona saliendo - y nos quedamos ahí, en ese frío del Callao puteando a jugadores que solo querían que se acabe el partido para terminar la verguenza, pero alentando a esos colores dueños del corazón. Cuando terminó el partido y la gente no sabía exactamente qué había sucedido, miraba el 5-0 en el tablero una y otra vez esperando que en una parpadeada el número aminore, empezamos a salir caminando despacio, meditando en qué estaba sucediendo con este equipo y cantando en voz baja: No puede ser blanquiazul, aquel que no haya llorado, aquel que no haya sufrido, cantando aquí en sur.

Luego de ese miércoles desastroso, muchos pensaron que era el debacle de Alianza Lima. El sábado, a solo tres días, jugábamos contra José Gálvez y todos pensaron que nadie iría al estadio. Que la tristeza había matado a la fe, que los resultados no nos habían acompañado y que el hincha aliancista estaba harto del fracaso. Pero no fue así, y es que Alianza Lima es más grande que sus problemas. Qué emoción el estar en sur, arriba en la fila más alta, en el medio donde siempre estoy y ver que poco a poco la gente iba llegando! Hombre, mujeres, niños, almas aliancistas que habían decidido apoyar a su equipo a pesar de tantas derrotas seguidas, a pesar de tantas penas. La tribuna fue haciéndose más grande con cada voz que se iba aunando al canto, al aliento, al amor. Ya lo había dicho la página de la barra: Aquí solo hay dignidad. Y estuvimos ahí, dejando garganta y corazón, gritando que como todos los años, esa tarde esa tarde esa hinchada había venido para estar a tu lado, para quedarse contigo. Una tras otra, arena tras arenga, el equipo se mostró diferente. Otra actitud, otro sentimiento, otro juego. La presión de toda esa masa de gente tuvo sus frutos y Aguirre nos regaló tres alegrías luego de tantas lágrimas. No era la absolución final, pero era un resultado positivo después de no sumar ni siquiera de a uno. Ya cuando terminó el partido y veía a todos salir desde arriba, me sentía orgullosa de esas tardes en las que mi hermano me enseñaba las canciones de Alianza y de a pocos me enseñaba a tener corazón.

Estamos en tiempo de receso por los partidos de la selección. Alianza ha respirado nuevos aires con la llegada de Páez que da a muchos una esperanza de cambio y mejora. La meta - lamentablemente - es quedar entre los 7 primeros ansiando campeonar en el clausura para pelear el título nacional. Creo que este técnico ha sido una de las contrataciones más acertadas que ha realizado esta directiva. Y es que así como en el sillón presidencial se enquistaron politiquetes, en la FPF se enquistó el incompetente de Burga, en la U se enquistó Gonzales, estamos ad portas de un nuevo dictador dirigencial en nuestra tienda. Franco, para ira de todos nosotros, a lo mejor está esperando que el Nene Cubillas vuelva a jugar en el equipo para convocar a elecciones. Cómo es posible que habiendo pasado tanto tiempo no se haya hecho nada y este señor se mantenga como presidente del club realizando compras de jugadores que rayan con lo ridículo e increible. El año pasado y lo que va de este año, hemos recibido no paquetazos sino PAQUETOTES, jugadores totalmente fracasados, sin atisbo de buena técnica o al menos coordinación para hacer algo bien. Nosotros los hinchas, la parte más importante de todo este baile, nos hemos jalado los cabellos y gritado a los cincuenta mil demonios cómo era posible la inclusión de esa sarta de idiotas que solo nos producían úlceras de stress por los goles perdidos, las pelotas cedidas y las humillaciones. Nadie sabe con qué criterios traían a técnicos desconocidos - caso Aguirre - qe se iban sin pena ni gloria pero con billetes, o a jugadores paupérrimos futbolísticamente hablando - Poroso y compañía que levanten la mano - que no aportan absolutamente nada pero sí cobran con puntualidad. El señor Serna ya es el caso estrella, un incompetente que para mí cortaba el césped en el club de donde viene porque aquí, al entrar a la cancha no solo no funciona sino que estorba, por eso creo que es mejor que lo expulsen para que deje hacer a los que saben su trabajo. La contratación de Montaño fue tomada como salvadora cuando en un equipo juegan 11, no uno contra el mudno entero.

Por todo esto, la venida de Páez, con buenas referencias en su trabajo en clubes y selección, da motivos para esperar. Esperar la mejora, esperar la entrega, esperar la técnica, esperar la magia, esperar sumar... en fin, esperar volver al lugar que Alianza Lima se merece. Para que el cuerpo avance, las partes deben hacerlo en conjunto. La dirigencia debe convocar a elecciones para que los socios (que con su número no son representativos) elijan a quien podría traer cosas buenas a Matute. Los socios deben exigir transparencia y trabajo correcto de quienes tienen obligación de hacerlo. Los jugadores deben exigirse al máximo, porque de mover la pelota viven y alimentan a sus familias, y deben tener en cuenta que no juegan en cualquier equipete de provincia, sino que están defendiendo la camiseta más gloriosa y entrañable del Perú. Y por último nosotros, los hinchas que cada domingo - y miércoles cuando se debe - están llegando a las puertas del estadio, con el mismo amor de siempre, con esa expresión de ir a ver a quien se quiere con la camiseta puesta y el deseo de entregarlo todo, debemos hacer nuestra parte sin importar el resultado, las circunstancias o el momento. No podemos votar en contra de la dirigencia o a favor de otra, no podemos jugar el partido ni arbitrarlo como quisiéramos, no podemos cambiar lo que no nos pertenece. Pero sí podemos responder por lo que es nuestro y nos mueve el sentimiento cada tarde que pasamos el umbral de Matute para entrar a la popular: alentar con alma, corazón y vida siempre, sin cesar.

Arriba Alianza!

Supayniyux

25 may 2008

Troglodita

"Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo"

Napoleón Bonaparte

Acabo de leer tu mail, tranquilamente y sin renegar, tratando de respirar profundo y mantener la bilis donde pertenece. Mi conclusión: eres un payaso. No puedo decirte otra cosa porque prefiero reirme antes de colpasar por tu estupidez.

Recuerdo cuando te conocí hace más de dos años, en una de las noches de estudio en la casa de Carmen. Tú, minero, eras el primer puesto de tu promoción y estabas también en esa casa estudiando con el hermano de Carmen. Conversamos y de alguna forma, me di cuenta que tenías un gran coeficiente intelectual pero uno emocional que daba negativo. De alguna forma también, vi tu neanderthalismo un poco interesante (pienso en todas las veces en que las mujeres tienen un lapsus de percepción distorsionada de la realidad, un breve alejamiento del sentido común y racionalidad) Después de algún tiempo, ya que yo había terminado con el chico con el que estuve dos años - mal momento para comenzar una relación - decidí estar contigo y ver qué pasaba.

No pasaron ni tres semanas para darme cuenta de que eso no iba ni para delante ni para detrás. Yo sé que tú me querías, y sé que te esforzaste en que todo vaya bien pero nada se puede forzar en realidad. Lo que no es para ti, no se quedará contigo. Tú mismo te autodenominabas hombre-bestia y en realidad todo el tiempo que dedicaste en pulir tus estudios, lo perdiste en pulir tu personalidad. Tu falta de tacto, de cordura, de palabras ecuánimes, en pocas palabras tu tan celebrado intento por ser un hombre de Cromagnon más terminó por abrumarme. De alguna forma totalmente inexcrutable para mí, alguien te había hecho creer que tal forma de violencia y tontería nos gustaba a las mujeres (hombres, que no saben diferenciar cuándo es buena una imposición de fuerza que de alguna forma tierna te intimide, muy diferente a besos que te dejen heridas y dolores durante toda la semana) Así que con pocas palabras y en los mejores términos porque a fin de cuentas yo te apreciaba y tú me querías, se terminó lo que ni siquiera había terminado de iniciar.

Al tiempo yo volví con la persona con la que había estado tanto tiempo, y tú te conseguiste una enamorada de despecho - y no porque yo lo haya descifrado sino porque increiblemente tú me lo escribías en los mails - por lo que te deseé alas y buen viento. Tú te portaste mal un par de veces creyendo que al verte con ella yo iba a ingresar a un status de estigma y sangrar por las fosas nasales mientras convulsionaba de los celos que no me cabían en el pecho (todavía creo que los hombres han visto demasiado "Amores Prohibidos" o "El Noveno Mandamiento", entre tantas otras pastillas televisivas para atrofiar la mente) y yo obviamente solo sonrei esperando que los 5 años que me llevabas cronológicamente en algún momento salieran a relucir con un comportamiento alturado y no de ingresante a secundaria. Eras ya un ingeniero de minas y me pedías que no te hable por el msn porque tu enamorada se molestaba!! Así que te hice el favor y te bloqueé del msn, del Hi5, te borré del celular y de todo registro donde pudiera haber viso de comunicación contigo porque tu inmadurez llegaba a límites insospechados.

Te encontré en la fiesta de cumpleaños de Carmen. Para mi no sorpresa, tu enamorada no había ido. Y no pasó mucho rato para que te acercaras, primero en un plan de don juan (así, en minúsculas) y luego terminaste diciéndome que estabas con ella porque querías olvidarme. ¿Te parece de caballeros decir eso? Si en verdad piensas que una mujer valora que le digas que por ella estás envuelto en una relación que solo usas para olvidarla, dejando a tu enamorada como la más ridícula de las incautas, entonces no has leido el libro correcto. Sientiendo pena te deseé nuevamente mucha suerte y te pedi que jamás trates a una mujer como cualquier cosa, y que la chica merecía más respeto. Consejos que no oiste.

Mi relación después de tres años terminó y yo no volví a saber de ti hasta ese día que me llamaste. Mi papá, entre la coquetería, soberbia, inteligencia y responsabilidad, también me heredó el don de la clarividencia, a un paso de graduarnos de chamanes, y ni bien reconocí tu voz supe que habías terminado con tu enamorada. Te lo pregunté y me dijiste que sí, pero que no me llamabas por eso, sino que querías hablar conmigo de algo importante, y un largo bla elevado a la n más. A tanta insistencia, porque si te caracterizas por algo es por ser perseverante no siempre en el buen sentido de la palabra, accedí a una conversación en un café. Extrañamente cuando nos sentamos a conversar, te vi un poco cambiado. Te vi diferente, más educado, más ingeniero, más gente. Me alegré de tu mejora y te felicité porque a la larga, eso solo te beneficiaría a ti y a nadie más. Tú te portaste bien, no dijiste nada de más, ni siquiera cuando me contaste de lo mal que se había portado tu enamorada y como ahora estabas más solo que una ostra. Te dije lo único que podría haberte dicho en esa situación: "Sabes que para mí estás muerto, y jamás resucitarás, y si estamos hablando ahora es porque a nadie le afecta una conversación con un personaje de ultratumba, pero que eso te sirva de lección para no dejar de lado a amigos o personas importantes por una relación, porque cuando se pierden las cosas ya se pasó el tren del arrepentimiento y tú ni lo viste" Tú sorprendido, me escuchaste y me dijiste está bien. Se terminó el café y cada uno se fue a su casa, ni más ni menos.

Y ayer, que salgo tarde de clases y me voy a la verbena de mi universidad un rato para relajarme y divertirme un rato, llego y te veo ahí, con Carmen y unos mineros más. Saludo, un par de palabras y me voy a bailar. Lo curioso es que nuestra interacción en toda la noche fue un baile, un pásame el vaso y un a qué hora se van. Cuando ya era hora de irme, pregunto quién salía también. Para mi mala fortuna nadie tenía planeado despegarse de la orquesta, salvo tú, que también te ibas porque tenías que trabajar. Esos son los momentos donde enerva ser mujer (así como cuando quiero ir al estadio a ver a mi equipo y ninguno de mis amigos puede y yo me tengo que quedar en mi casa lamentándome el no ser hombre para cruzar con frescura Matute e ir a alentar), porque la salida de la verbena era peligrosa y aunque andar contigo era un peligro, el riesgo de ser asaltada en el puente que debía cruzar lo era aún más, así es que no tuve más opción que aceptar que me acompañes a mi casa. En fin, la tuya quedaba cerca.

Tomamos el taxi. Ya conociendo tus reacciones impulsivas y tus tonterías, me pego a la otra puerta porque a lo mejor se te cruzan los chicotes y algo dices o haces. Todo bien, conversamos tranquilos de Carmencita y su próximo cumpleaños y ya pronto llegamos a mi casa. Bajas, bajo y saco mi llave. Y es ahí como rememorando tu información genética, regesionando a los antepasados de lo que hoy se conoce como hombre cuerdo, te disfrazas por un momento de un troglodita. Pienso que solo te faltaron las pieles y el cabello largo para completar el cuadro. Me tomas de la mandíbula, utilizando la misma fuerza con la que en las películas el bueno le tuerce el cuello a los soldados malos, y transformas mi intento de despedirme decentemente en un beso-mordida-lesión forzado, doloroso, estúpido. Eso, ignorante del pensamiento XX, no es espontáneo, ni romántico, ni apasionado, ni impulsivo ni producto del momento. Esa maniobra es la consolidación pura de la idiotez. Y lo incrieble es que mientras yo trataba de safarme - no como en las novelas en que primero se ofrece una cuasi-resistencia que al final se transforma en un dame más - sino realmente de safarme, no pude hacer audible mi grito de suéltame porque tus fauces me lo impedían. Hasta que la adrenalina producto de la cólera de esos 3 segundos me dio fuerza para tirarte un puñete en la cara, que fue lo único que pudo hacerte entrar en razón. ¿Qué fue lo que pasó por tu cabeza? ¿Creiste que yo iba a corresponder tu beso bestial, abrazarte y decirte: no puedo seguir lejos de ti? En qué momento de los: no quiero tener nada contigo, tu no existes para mí, no me interesas, jamás volveré contigo o tu bestialidad es lo peor que Dios te ha dado, no fui lo suficientemente clara. No puedo creer que en verdad sigas pensando que las mujeres dicen ternura, pero quieren azotes y besos a la mala. ¿Qué pensabas, Erick, que en verdad iba a suceder?

Luego de largarte y tú de caer en cuenta de la tontería que habías hecho, entro a mi casa. Para mi peor suerte, recuerdo adentro que tú guardaste mi libreta de apuntes en tu mochila. Cosa imprescindible, para mi desgracia. Me llamaste 37 veces, y en la 38 te contesté para decirte: mañana me traes mi libreta, tírala por debajo de la puerta y desaparece luego de eso. Me voy a dormir molesta, porque no hay peor cosa de que te fuercen a algo, que lo que tú digas valga menos que un chancay y que la gente se burle de lo que tú quieres, o no. Fatal, hombres que no saben pensar.

Hoy me voy a la universidad con la certeza de que alguien más que conocía ha sido absorbido por la fuerza cósmica de la vanalidad y en pocas palabras, has muerto para mí. Tranquila voy en mi clases, hasta que mi batería se termina por las 21 llamadas que me haces, sabiendo que estoy en clase y que jamás te voy a contestar. Es que acaso los hombres, llegado un momento, usan un mecanismo bloqueador del sentido común, y no interpretan que si una mujer no les responde al tercer timbrado es que no puede, o por último no quiere hablar con ellos? En que momento de la formación de varones, se les inculca que el que la sigue la consigue? Cuándo fue que perdieron la capacidad de interpretar un no como NO, y no como lo que les venga en gana? Ya fastidiada, esperando que hayas dejado mi libreta por debajo de mi puerta y te hayas ido para siempre, salgo de mi clases y me voy a mi casa.

Estoy llegando a mi puerta y escucho mi nombre. Ahí estás, sonriendo como idiota, me das mi libreta y me voy. Tienes la graciosa frescura de preguntarme por qué estoy tan molesta, y solo atinas a sonreir cuando te largo de mi entrada. Te quedas parado afuera de mi reja, en una visión coríntelladista que me encoleriza y entro a mi casa. Cuando al fin ya te has ido, reviso mi libreta porque otra vez mis conexiones con Rosita Chu me dicen que alguna tontería has escrito. Efectivamente, me pones garabatos indescifrables y lo peor, tres hojas de corazones atravesados por una flecha. Los veo y no puedo dejar de recordar la época de Servando y Florentino y me asusto de pensar que tu edad mental se ha quedado estática en el tiempo. ¿Corazones atravesados? Por favor!! Luego de eso llamas 19 veces a mi celular, y 5 veces a mi casa, hasta que mi papá de la forma más notoria posible te hace entender que me fui al Tibet a visitar fallidamente al Dalai Lama y que probablemente no regrese nunca. Ni aún así te cansas y no paras hasta escribirme un mail.

Ese es el mail que acabo de leer. Yo me pongo a pensar... qué esperaba encontrar cuando vi que me habías escrito. Una disculpa, pensé. Un arrepentimiento, imaginé. Pero no. Empiezas diciendo el floro más alucinado que podrías dar. Me hablas de la naturaleza, del desierto, de los insitintos y de cómo éstos en los leones ayudan a su supervivencia, de cómo ellos se mueven por ese impulso genético y que la vida en la selva es difícil. Yo, interpreto que has alucinado muy feo con algún capítulo de la Nathional Geographic, me sorprendo cómo te comparas con los leones (¿?) y que ayer tú también seguiste tus instintos. Que no te arrepientes porque sino después te habrías preguntado que hubiera pasado si no lo hubieras hecho. Yo intepreto que te has querido sacar el clavo y que poco o nada te importó el puñete que te di. Luego dices que ayer compatibilizamos tanto, acompañados de la orquesta, que nos imaginaste a los dos y recordaste los tiempos en los que éramos felices juntos. Yo interpreto que tienes algún grado de daño cerebral porque si para ti compatibilizar tanto es que estés parado a un metro mío, sin hablarte, y si para ti el tiempo que fuimos felices son 3 semanas insufribles, entonces no hablamos el mismo idioma. Y para terminar, me dices que ojalá se me pase pronto y ya no te de la mirada de "eres un niño malcriado" y un de estos días conversaremos sobre la vida. Yo interpreto que eres un payaso, que cree que esto es un episodio de asma que pronto se me va a pasar y que confunde una mirada de eres malcriado con una mirada de "desvanécete de la atmósfera en la que yo habito". Y si de verdad piensas que claro, uno de estos días te voy a dar una llamada para ir a tomar un trago conversando de la vida, mientras espero pacientemente a que te de un ataque de estupidez de nuevo y me quiebres y lastimes la mandíbula en tu intento de agredirme (lo que para ti es besarme), entonces pienso que el mercurio que utilizas para diluir el mineral en la mina se ha filtrado peligrosamente en tu masa encefálica y no te está permitiendo usar el lóbulo temporal adecuadamente.

Te recomiendo, minero, que te consigas una muñeca. Descarga con ella tus instintos tanáticos, deja que pasen los años y la naturaleza haga su trabajo y cuando por fin tu psique haya madurado lo suficiente y hayas entendido cómo funciona este mundo y cómo funcionan las mujeres, te busques una mujer que te soporte. Pero una con una boca muy muy grande.

Supayniyux