22 jul 2008

Seek and destroy

"A menudo encontramos nuestro destino
por los caminos que tomamos para evitarlo"

Jean de la Fontaine


- Dra C, por favor atienda al paciente que acaba de llegar en la camilla. Tiene un TEC leve, hágale la historia clínica. Ya vuelvo para verlo.
Otro contuso, pensé yo, aburrida en esa noche invernal de enero que solo me había traído accidentados y uno que otro borracho con intenciones galantes a la sala de emergencia donde estaba rotando. Ya era mi segunda semana en el Hospital ERM de Nueva York y casi como en las películas, el crimen verdaderamente abundaba. Un peligro para los habitantes, una suerte para mí que hacía de ese reciento mi centro de operaciones, cosiendo, reduciendo fracturas, resucitando y dando alguna palabra de consuelo en mis guardias. De todos los casos que llegaban, nunca me gustaron los que tenían golpes de cabeza por la sencilla razón de que en Lima, donde había vivido y estudiado toda la vida, cuando una persona se caía y se rompía la cabeza simplemente se sobaba o en el peor de los casos llegaba caminando para unos puntitos. No más drama. Sin embargo, en los pocos días que llevaba en esta sala de emergencia había visto llegar a tremendos gigantes en camilla, asegurados con correas, y poco más y con suero por un simple golpe. Parafernalia americana, ni más ni menos. Pero bueno, esas tierras poco apreciadas por mí me ofrecían un campo de prácticas para la cirugía que quería seguir, y las oportunidades no se desaprovechan me enseñaron a mí.
Entonces voy hacia la camilla y lo veo. Algo familiar me resulto en ese rostro, pero no podía dilucidar si era la cara de semi-felicidad por el cóctel de analgésicos que les ponían a todos los golpeados, o si en algún momento de mis 23 años lo había visto antes.
- Buenas noches Sr…
- L, Sr. L.
- Sr. L, soy la Dra C y voy a atenderlo. Le voy a hacer algunas preguntas y necesito que me conteste brevemente.
El típico interrogatorio, nombre completo, fecha de nacimiento, sexo - todo en esta vida es posible y hay que asegurarse – y cuando llego a lugar de nacimiento y escucho Lima, Perú de respuesta, entonces dejo de escribir y por primera vez le sonrío.
- ¿De verdad eres peruano?
- Como la mazamorra. Solo que no parece.
No dejaba de tener razón, porque con la piel blanquísima, los cabellos casi rubios y la altura bien podría pasar como cualquier nativo de las tierras que pisábamos. Me alegré de alguna forma de encontrar a alguien de donde yo era, así que dejé de lado la reticencia con la que siempre trataba a los pacientes alaracosos y decidí ser más amable. Seguí preguntando cosas importantes para el caso, matizando con algunas bromas sobre añoranza de comida real y verano en las playas del sur.
- ¿A qué te dedicas aquí, L?
- Trabajo de snowmaker en el verano –peruano, claro está-. Justo ahí, con uno de los asientos que transportan a la montaña para esquiar, me golpeé la cabeza cuando los encendieron si avisarme. Allá en Lima estudio gastronomía pero vengo siempre por los tres meses de vacaciones.
- Ah, entonces hace años que no vas a la playa y estás enterrado en la nieve. Con razón jaja.
Entonces termino de hacer las preguntas, no sin antes enterarme que no era la primera vez que tenías accidentes aparatosos con golpe en la cabeza. Ya eras caserito en palabras simples, así que decidí revisarte antes de poner los puntos.
- Esta cicatriz…
- De un golpe contra la pared de mi casa, creo que algunos techos no se han hecho a mi medida, aunque en ese hasta tú te habrías golpeado la cabeza.
(Por insinuar que soy chiquita te jalo los cabellos)
- Uy, disculpa. Y esta cicatriz…
- Cuando mi hermana me golpeó con un bate por haber hervido a su barbie.
(Bien hecho pienso, castigo a esos hermanos que destruyen propiedad privada)
- Y esta cicatriz…
- Ah, cuando en el colegio me corté la cabeza con un hacha.
(Primero me río porque pienso que estudiaste con los locos Adams para andar accidentándote con un hacha, pero luego algo viene a mi mente)
- ¿En qué colegio estudiaste?
- En el WWE.
- Y estabas en 2do grado, en la actuación de Fiestas Patrias, ¿cierto?
- ¿Cómo sabes?
Entonces recordé dónde te había visto antes y había sido ahí, en esa actuación del colegio donde estudié mi primaria, cuando juntaron a todas las secciones de 2do grado y la profesora no tuvo mejor idea para la presentación que recrear un cortamonte – más conocido como yunsa-, con todos nosotros bailando como pitufos alrededor de un árbol en maceta que ella misma trajo y para hacerlo más verídico, tuvo la brillante idea de traer un hacha de verdad. Vio al más blanco y gordito de los que estábamos ahí, un chiquito que parecía buena gente y que se presentó el día de la actuación con un ternito azulito que lo hacía parecerse a mi ken. Siguiendo las magníficas medidas de previsión de la profesora de primaria, a quien no se le había ocurrido que tremenda hacha era un peligro para el niño que jamás había cargado una, y para todos nosotros en caso de que a él se le ocurriera representar alguna película de terror de su preferencia, nunca hubo ensayo con el instrumento contuso-cortante, sino que el mismo día de la presentación a 5 minutos de que nosotros, ataviados con vestiditos y ropita de fiesta y atiborrados de serpentinas y pica pica, entráramos triunfantes al escenario del auditorio del colegio WWE para danzar alrededor del arbolito, recién se le ocurrió traer el hacha. El niño, todo campante, la recibió pensando quizás que era igual a un mazo de piñata, y cuando comenzó la música de carnaval, se abrió el telón y todos empezamos a bailar en círculos alrededor del arbolito, el niño del hacha – a quien tenía en mi sala de emergencia hoy – sintió que el peso de la herramienta le vencía y ésta resbalaba por su hombro. No tuvo mejor idea que, de una levantada de hombrito, hacer saltar el hacha que fue a parar directamente en su cabeza por encima de las orejas, haciéndole una rebanada al cuero cabelludo, luego de lo cual el niño soltó el objeto y se quedó atónito. Nosotros, que felices seguíamos bailando el carnaval, quedamos mudos cuando vimos la cantidad de sangre que salía de la cabeza del niño, que se puso a reír. Entonces los papás comenzaron a gritar como cuando gritan las mujeres cuando ven a un pericote, y todo se volvió un alboroto. Mientras, nosotros nos reíamos con el niño porque todo parecía una película de horror y hasta nos pusimos a jugar con el hacha y seguíamos bailando, jalando los falsos regalos que habían colgado del árbol, hasta que apagaron la música y vimos como unos papás, probablemente del niño de ternito azul, estaban a punto de dar un hachazo a la directora por exponer a sus hijos así. Luego de eso, a cada uno nos recogieron nuestros papás y no fuimos al colegio por una semana, que en nuestros 7 años se vieron como vacaciones y cuando volvimos a clases, el niño blanquito y gordito ya no estaba en el colegio.
- Así que tú fuiste el monstruo del hacha.
- Ese mismo soy yo. Al menos te di una semana de vacaciones.
Coincidencias de la vida, jugarretas del azar. Limpio el lecho de la herida por la que has venido, ahora con más suavidad y cuidado porque sé que los golpes de cabeza son tu fuerte, y además porque durante esa semana que falté al cole mi papá me llevó a ver Disney sobre hielo, a Play Land Park y a todas las diversiones que una niñita de 2do grado pudiera disfrutar, en su afán de distraerme del horrendo episodio que había vivido, sin saber él que esa fue una de mis motivaciones para estudiar medicina y ahora estaba en un hospital cosiendo cabezas y viendo sangre por doquier, aunque sin nadie que me lleve a los juego mecánicos por ver eso. Esa gran semana de felicidad que pasé hace tantos años, te la debo a ti así que decidí curarte bien.
En ese momento llega el jefe de la guardia, todo serio, con su gran bata blanca que jamás ensucia porque el trabajo sucio – entiéndase sangriento – lo hacen los internos, los residentes y los rotantes, como yo.
- Dra C, ha hecho toda la historia imagino.
- Sí, Dr H. El paciente está listo para aplicar los puntos de sutura en la herida contusa de la región parietal.
- Le pondré grapas. Guantes, por favor.
El Dr. H., conocido por el ausente trato directo con los pacientes, te pone un poco de anestesia y procede a ponerte las grapas. Una, dos, tres. Ya, dijiste, y ya dije yo pensado que se había acabado y tú ni lo habías sentido porque el bloqueo de la lidocaína impedía la sensación de dolor.
- Una más, Dra. C, sino nos denuncian como siempre.
Grito de dolor, porque en esa zona no te habían puesto nada. Así es la vida, compatriota, del curar y ser curado.
- Listo. Dele un analgésico y que se vaya a descansar. Ud. También puede ir a dormir dos horas, luego de regreso a la guardia. Estaré en la habitación de médicos.

Termino de limpiar la herida ya cerrada, busco unos analgésicos, las 100 hojas de información sobre los accidentes de trabajo, el ibuprofeno y los procedimientos hospitalarios que te tengo que dar por la política americana de abrumar al paciente de datos médicos que a la larga, se dan para prevenir las demandas. Te los doy y tú ya estás prendiendo tu IPOD. Escucho algunos acordes de Metálica de tus audífonos que me imagino te dejarán sordo algún día. Has decidido irte caminando y no en ambulancia a pesar de la insistencia de la asistenta y la auxiliar, no sé si porque te sientes ya mejor o porque te ha avergonzado que te diga teatrero y trágico por llegar a mi emergencia en camilla por un golpe de cabeza.
- Bueno L, mucha suerte en esta ciudad. Es difícil, peligrosa y fría… aunque tú eres el amo y señor de la nieve. Ya nos veremos algún día allá en Lima.
- Claro, te debo un buen lomo saltado, que es lo que mejor me sale y lo que más quisiera comer ahorita. El golpe me ha dado hambre.
Me das la mano y yo te doy un beso en la mejilla. Lo siento, la calidez no se pierde ni en los sitios más helados. Tú sonríes, te pones los audífonos y te vas, y mientras caminas todavía puedo escuchar la canción. Llega en ese momento un herido de bala y pienso que al diablo el descanso, es hora de salvar vidas. Te has perdido en la fría noche de Nueva York y yo a punto de empezar otra historia, tarareo en mi mente:
Running,
On our way.
Hiding,
You will be
Dying,
A thousand deaths
Searching,Seek and Destroy


Supayniyux

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