5 nov 2007

El breve espacio en que no estás

"Por la sala, el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego"
César Vallejo


Mientras estoy soñando con un paseo por campos de tulipanes en el lejano país en el que vive mi hermano mayor, me veo despertar luego de haber recibido un beso en la mejilla. Es mi papá, que llega de un viaje corto a Huaraz. Le pregunto qué hora es y me dice que las 6 de la mañana, qué frío hija, ya no las llamé para que me vengan a recoger porque me dio pena despertarlas tan temprano. Sale de mi cuarto y yo tras de él, para ir a preparar el desayuno con mi mamá que ya había sentido en la cocina. En ese momento, mi papá entra al cuarto de Adriano, que estaba extrañamente abierto porque a los 17 años que tiene y con el carácter de diablo indomable del que se ha dotado, jamás deja su puerta abierta por recelo a nuestra invasión de su mundo personal (llámese privacidad). Entra y ve su cama tendida, no está él. ¿Dónde está tu hermano hija? Mi cara de no sé papá, recién me levanto lo sorprende y siente subir a mi mamá por las escaleras diciéndole nerviosa que no sabe, que ayer salió y no ha llegado y lo ha estado llamando y no constesta. Todos nos quedamos en silencio.

A estas alturas, este relato parece una crónica de la mañana usual en una familia común y silvestre con un hijo varón joven. Desgraciadamente, siendo mi hermano el menor de tres hombres en esta casa, eso jamás ha sucedido. O al menos nunca sin previo aviso. Calmo a mi mamá y le digo que ya va a llegar, me voy a dormir un poco más y me tranquilizo yo misma.

Despierto. Son las 9am. Salgo y lo primero que pregunto es si ha llegado Chispín (así lo llamo desde niño, no le gusta pero yo lo adoro, mi hermano es mi vida) y me dicen que no. Entonces veo a mi madre y me asusto. Esa mujer es de hierro, una fuerza inagotable, casi igual a esos conejtos del comercial de Duracell que dale y dale y no se les acaba la batería. Nunca la había visto llorar, la mujer más centrada, la más inteligente, la mejor. Y ahora esa roca me miraba con los ojos llorosos y ahí me preocupé. Mi madre estaba al borde del colapso porque su hijo menor no llegaba y lo llamaban al celular y no contestaba. Mi papá, el hombre más perspicaz del mundo, la calmaba. Yo puse la cara de aquí no pasa nada mamá, tú sabes como es de bandolero tu hijo, es la muerte, seguro se ha quedado con sus amigos, pero por dentro me invadió el demonio del pánico, del miedo de perder a alguien a quien adoras y eso no me pasa casi nunca.

Yo amo a mi hermano. El me quiere en el fondo, lo sé - obvio que no lo demuestra- pero siempre me pido paciencia por la edad en la que está, por el carácter agresivo y soberbio que ha heredado, por las estúpidas rencillas que nacieron hace mucho tiempo gracias a las odiosas comparaciones (sí, esas que merman la relación de hermanos por culpa casi siempre de los padres), por la diferencia de nuestres personalidades, de motivaciones, de gustos y expresiones. Pero en realidad nada de eso importa, somos hermanos. El no entiende por qué le exijo tanto, porque lo martirizo, por qué es que quiero que sea todo lo bueno que puede ser. Pero sabe que lo quiero, y el muy sonso se aprovecha de eso cuando necesita algo y me trata con cariño. Así me quiere y así nos llevamos bien. Y ahora mi hermano no está y ya lo estoy extrañando!

Pasan los minutos y mi madre está a punto de entrar en crisis. No sabe qué hacer, no sabe a quién llamar, quiere salir a buscarlo a las calles (algo completamente imposible pero bueno, es la desesperación), me pide que revise su correo, dónde está tu hermano hija? El siempre avisa si se va a demorar, pero no conesta. Todos lo llamamos, envío mensajes pero nada. Ya mamá, tranquilízate!! Aquí no hay nada, si no contesta es porque se ha quedado dormido. No dijo ayer que se iba a ver a su chica? Sí hija, pero a cuál de ellas?? No sé mamá, creo que a Shana o algo así, tú sabes que tu hijo tiene cada vedette! De ahí no dijo que se iba a ver a su amigo padrino? Claro, eso dijo, pero igual no llega, dónde estará? No sé mamá, cálmate, ya va a llegar.

En realidad, yo sé qué atormenta a mi mamá. Mi familia, casi casi como una novela de Isabel Allende, tiene muchas historias y desenlaces trágicos, precedentes que hacen temblar cuando una situación similar se atisba y promete tener un final infeliz.

Hace 15 años, en uno de esos almuerzos familiares sabatinos en mi casa, recibimos la llamada de mi tía Carmen, viuda del hermano menor de mi papá. Juanito, por ahí no estará mi Carlitos? Ha salido el jueves y no regresa todavía, he llamado a todos sus amigos pero nadie sabe nada de él. No ha pasado a verte? No Carmencita, aquí estamos con Ida y Oscar almorzando pero no lo hemos visto. Tranquila, debe estar con los amigos tomando por ahí. Mi tía, una mujer muy nerviosa, pidió que si lo veían llamaran a su casa, y mi tío Oscar gritó que Carmen, no vas a ir a buscarlo a la morgue! tranquila mujer, tu hijo tiene 20 años, déjalo que se pierda de vez en cuando.

Domingo. Suena el teléfono y es la tía Carmen de nuevo, que si no saben todavía algo de mi Carlitos? No llega y ya he llamado a todos los que conocía y ya no sé qué hacer y hoy me voy a los hospitales a buscarlo. Mi mamá la acompañó por ser médico y amiga de los jefes de emergencia de los hospitales cercanos. Sé que ella vivió también la angustia, ese demonio de desesperación al que quieres matar por no saber qué es de esa persona a la que buscas. No encontraron nada en ningún sitio y yo vi a mi tía irse de mi casa cuando volvieron, esos ojos de angustia que nunca se borraron.

Lunes. Ha sonado el teléfono y escucho un lloroso Juanito, solo falta buscarlo en la morgue pero no puedo, no soporto. Te pido que vayas tú con Osquítar, y veas si está ahí porque yo me moriría si lo veo, ya quiero morirme ahora de solo pensarlo. Viene mi tío Oscar y mi papá se va con su cuñado a ver si la noticia es tan infausta como se avisora. En la morgue solo hay un NN, hombre joven, atropellado, rasgos faciales imposibles de identificar por arrollamiento. Carmen, quiero que me digas si Carlitos tiene alguna marca, algún tatuaje, algo para saber que es él porque... porque no se le ve bien la cara. Tiene alguna cicatriz? Con voz temblorosa, ya llorando, le dice que sí, que de niño tuvo criptorquídea y lo operaron para descenderle un testículo. Mi papá entra, destapan el cuerpo, no hay cara, no hay piernas, pero felizmente sí cicatriz y se convence de que su sobrino murió. Triste noticia, trágico fin, hecho que caló en todos nosotros, incluso en mí, que a mis 7 años caminaba al lado de mi tía Carmen en el entierro y la veía llorar tanto y sufrir inconsolable que me dio pena y como yo no podía llorar, con saliva me mojé los ojitos y al menos, ella sonrió un poco.

Todo eso, lo recuerda mi mamá. Y claro, está aterrada, sin saber a dónde ir y yo ocultando mi terror para que ella no termine de desmoronarse. Ya mamá, deja de preocuparte. Pero en mi mente un y si a mi hermano le pasó algo? si tuvo un accidente? si le hicieron daño? Dios, tú eres grande, yo lo quiero, que llegue ya, te prometo que no le vamos a gritar, solo un jalón de mechas, y claro, uno que otro correazo por dejarnos al borde del infarto de miedo. Mi papá dice que se va a cortar el cabello a la peluquería, que lo acompañe y así nos calmamos todos. Cada uno con su celular en el bolsillo por si alguien llama, me voy con él a tres cuadras de la casa donde el peluquero, y mi mamá se queda esperando alguna noticia.

Las 11 de la mañana. Mientras veo como los ralos cabellos de mi padre caen al piso, yo leo una de esas revistas de mujeres tratando de distraerme. Mil ideas en la cabeza, ustedes entienden, ya llamará. Suena el celular de mi papá y un dime Mayi... mmm, ya, ya. No llores Mayi, no llores por favor (me siento morir en ese instante) Dónde? Ya ves, ya no te preocupes. Cuándo? Muy bien, ya vamos. Lo miro y el corazón saliéndose del pecho, le pregunto qué dijo y me dice tu hermano es un tonto, ya ves, solo me falta mi cartón para ser chamán, se fue a la casa de su amigo y se puso a tomar, se quedó dormido, con el celular en vibrador, y se despertó porque la muchacha abrió las cortinas y ellos dos casi se quedan ciegos con la luz del día, ya sabía yo, ya sabía! Vio las 54 llamadas perdidas y se dio cuenta que quizás estaban preocupados por él y decidió llamar para decir que estaba vivo, que ya venía. Todo me lo dice mi papá tranquilo y yo solo un ay Adriano, y agacho la cabeza, me tapo los ojos y me pongo a llorar. Lloro bajito, mucho, de cólera y alegría, y mi papá me ve por el espejo y no dice nada. Ya terminó de cortarse el cabello, y salimos rumbo a mi casa, me da un beso y me dice que si ahora entiendo lo que es preocuparse por alguien, cuando no llegamos, cuando rondan las ideas de si estaremos bien, y que ya seré madre y sabré. No es necesario ser madre, hoy supe lo que es angustiarse por un hijo.

Es medio día ya y mi hermano hace su entrada triunfal a mi casa. Estamos cocinando porque hay una parrillada y hay que tener todo listo. Ya sin ánimos para darle un cocacho, mi papá le dice que se pasó, que está castigado por un mes y que jamás en su vida vuelva a desaparecer sin avisar. Mi mamá lo abraza y lo besa como al hijo pródigo, y yo le doy un lapo, mis ojos brillosos, pienso en que es un chusco y cuándo va a aprender, me dice que ya ya, no sea tan dramática como si no hubiera aparecido 5 días, que somos unos trágicos y que bueno, tiene sueño y se va a dormir. Y entonces molesta pero feliz recuerdo al maestro César Vallejo... "Oye, hermano, no tardes en salir. Bueno... Puede inquietarse mamá"


Supayniyux

1 comentario:

Las Sinapsis de Azazel dijo...

Si me ha pasado, mi hermano menor nos ha asustado mas de una vez con siutaciones similares, la ultima fue hace poco y yo crei que ha mis 27 años esas cosas ya no me preocupan pero esa sensacion en la panza de incertidumbre nunca pasa .. un abrazo