1 ene 2008

Despertar de una noche de verano

En efecto, hemos llegado. No se ha detenido el bote por completo, y ya empiezo a tener una sensación extraña. Trato rápidamente de identificar ese aire extraño que acaba de embargar el sueño abruptamente y me doy cuenta con una tristeza fatal, que estoy despertando. No podría ser otra cosa. Es ese momento en los sueños que nos acompañan cada noche, en el que te das cuenta de que lo que estás viviendo no es real, y sientes una pena si lo que pasaba era bonito, o alegría si te das cuenta que el tormento que vivías se acabaría apenas despiertes. Es esa sensación rara la que me está invadiendo ahorita, como una certeza de que en poco tiempo se acabará lo que estoy viviendo y el fin inexorable de mi sueño me desconcentra por un breve instante. Es casi como el final de Cien Años de Soledad, cuando la lectura final de los manuscritos de Melquíades arrasara con todo Macondo y mientras se iban descifrando línea por línea, línea por línea iba sucendiendo hasta llegar la fin. Decido en ese momento no pensar en eso y simplemente seguir este sueño que hemos planteado los dos hasta que evetualmente se acabe, porque cuando uno decide ser feliz - esto lo aprendí a cocachos - no hay tribulación o angustia que se interponga. Ser feliz es, pues, lo que decido ahora.

Tú me miras con ternura y enciendes la vela. Mi miedo de terminar en un bote de madera incendiándose en pleno año nuevo por una aparentemente inofesiva vela se disipa cuando te acercas y me abrazas. Estamos echados, en silencio, protegidos con la manta y mirando el cielo muerto que espera la llegada de las doce para incendiarse con mil petardos y fuegos artificiales. Tomas el libro que has traído - muero de curiosidad por saber cuál es - y no dejas que vea la tapa. Con mi cabeza apoyada en tu pecho, me lees el final:

Negra, la Bruja Negra estuvo siempre detrás de mí.
Ahora también se me aparece por delante ¡negra!
Vuelve al revés el manto y la palabra ¡negra!
Me paga con dinero negro ¡negra!
Mientras los niños cantan y no cantan:
¿Está la Bruja Negra ahí? ¡Sí, sí, sí!

Nada mejor que un loco como nosotros para acompañarnos en este sueño, nada mejor que Grass para hacernos añorar un tambor de hojalata que nos una al mundo cada vez que lo toquemos. Es el libro que yo te regalé en ese cumpleaños en el que no quise verte, y fui la única persona que faltó a tu fiesta. Tus 33 años, la edad de Cristo, cuando más me esperabas y cuando más falté. Lo siento mucho, de verdad lo siento. No pude estar ahí contigo, y sé que todavía te duele esa ausencia en un momento tan importante. Días después me presenté en la publicación de tu libro, y al final de la reunión, cuando todos se acercaban para la firma de dedicatorias, me acerqué y te entregué el libro que ahora sostienes en tu mano y lees con tanto cariño. Me miraste, en los primeros segundos molesto, luego nostálgico, y luego resignado. A cambio, me diste un ejemplar de tu obra, con una dedicación escueta y feroz: "Para la que siempre está callada, para la que nunca dice nada...". Luego de eso, volvimos a perder contacto como siempre ha sido en todo este tiempo que nos conocemos. El vernos un día, y extrañar la próxima ocasión de un café por semanas y meses. ¿Qué es lo que teníamos? No lo sabremos, mi estimado, y las cosas no cambiarán, porque siempre estaremos en ese círculo vicioso de caminar juntos y minutos después prometer el no saber del otro jamás, pero por ahora hemos hecho un alto en nuestras vidas y estamos compartiendo esta lectura en el mar.

Miras tu reloj y rápidamente te pones de pie. Me ayudas y dices: "Ya van a ser las doce, y hay algo que tenemos que hacer" Me miras, un poco apenado, y entiendo qué es lo que quieres. Sonrío porque sé que tú no bailas bien, a pesar de que nunca te vi en una pista y creo que tú tampoco a mí. Sabía, por tus relatos en esas pocas tardes caminando por el centro de la ciudad, que te gusta ver y creo yo que esos afanes voyeuristas se extendían a campos más allá de las pistas de baile. Entre risas y espantos por tus experiencias, suponía que tenías dos pies izquierdos para cualquier danza, desde el bolero hasta la salsa, así que te prometí nunca bailar contigo para no dejarte minimizado ante cientos de concurrentes en las fiestas limeñas - no hay nada mejor que ser soberbia contigo y verte renegar por eso, recuerda que yo soy más inteligente - y veo que ahora en este sueño que trascurre y se va poniendo como el sol al finalizar la tarde, quieres bailar conmigo. Todo es posible en un episodio narcótico en el medio del mar bajo la oscuridad. Entonces de la pequeña radio, escucho una exquisita guitarra de bolero cincuentero, envolvente, inmejorable, que precede a las voces de tres diamantes que cantan el primer y último vals juntos:

"Divina ilusión, que yo forjé,
un sueño fue, que no se realizó.
Sin tu calor, mi alma morirá,
pensando siempre en tí, dulce amor ven a mí"
.
Ahí, bailando casi imperceptiblemente, apoyados uno en el otro, nos ha dado las 12. Y lo sé porque el cielo ha roto su negrura y se llena de mil colores, formas y luces. Cientos de fuegos artificiales alumbran el nuevo año - el hombre siempre ha tenido y tendrá una fascinación especial con los fuegos artificiales, que por segundos lo sumergen en un estado de embobamiento ante algo tan bello - y nosotros no somos la excepción. Extrañamente, no se escuchan los estallidos ni silbidos previos a los destellos en el firmamento, sino que un silencio sepulcral fuera de las voces de Enrique, Gustavo y Saulo nos envuelve de nuevo. Solo nos acompañan las luces, la divina ilusión y la sensación de estar tan cerca, pero a la vez terriblemente lejos, bailando al compás de un bolero en el medio del mar, de la nada, del mundo, del año nuevo y del cielo. Los colores en el cielo duran mucho tiempo, pero eso ya no importa porque la canción, por la magia de los sueños, se ha perpetuado y seguimos de pie. Sé que estás llorando, como yo, aunque los motivos que tengamos para hacerlo sean diferentes. Cuánto siento el no quererte como debería, y que tú me quieras sin deber hacerlo. Cuánto siento que yo misma sea una traba para algo bueno, y que todavía no esté lista para abrir los brazos. Cuánto lo siento, pero no puedo cambiar la realidad. Solo puedo vivir este sueño, y te abrazo con más fuerza porque sé que se está terminando. Tú has dejado de llorar, te has separado de mí, me miras con un cariño que traspasa como daga y luego entiendo que esta ensoñación está llegando a su fin. Luego de sentarnos de nuevo, me echo sobre tu pecho otra vez porque siento que se escapa de mis manos todo lo que estoy viviendo. Siento que se me está acabando el tiempo y todo se está acabando y no hay nada que pueda hacer ante eso. Y así, abrazada escuchando el corazón que tenías pero que ya no suena, volvemos a entrar a la oscuridad plena. Se han terminado los festejos por este nuevo año, todos en la playa han vuelto a sus fiestas, fogatas y bacanales, y yo tengo solo una sonrisa por haber recibido un día contigo. Cierro los ojos - por más que hago esfuerzos por no hacerlo - y así, juntitos los dos cerquita de Dios es, por un momento, lo que soñamos. Te pido que acaricies mi ensueño, mientras escucho el suave murmullo de tu suspirar. Y así, cayendo nuevamente en los brazos de Morfeo - que se han vestido de los tuyos - me voy perdiendo en el subconciente. Se deja de sentir la brisa, la música, el calor, la felicidad, el cariño, y todo lo bueno y malo que viene en el gran despertar de un sueño y luego de muchos segundos, minutos u horas, no lo sé todavía, vuelvo a abrir los ojos. A pesar de una vaga esperanza basada en la irrealidad, me doy cuenta que sigo donde empecé. Tengo una copa de buen vino en una mano, y solo una vela en la otra. Sigo echada en mi sillón de cuero nuevo, rodeada de las luces silenciosas de mi árbol, en una sala por el resto en penunmbras. Tardo en entender si todo ha sido mentira, o si simplemente he vuelto a este mundo de conciencia luego de algo único, casi casi como un sueño. Pero al final de esta vida, nada de eso importa. Porque como decía el arquitecto de Macondo, la vida no es como la vives, sino como la recuerdas, y cómo la recuerdas para contarla.
.
Y para mí, el recuerdo de esa noche de verano fue más vida que nunca.
.
Supayniyux

No hay comentarios: