1 sept 2008

El anticipo

Pasando visita a la sala de lactantes de cuidados intermedios del hospital.
En medio de la exposición del caso clínico, suena el bendito celular.
- Aló, por favor con la dra. Cecilia que este es un día muy especial.
- ¿Quién habla?
- Su fiel amigo Alexander Granados.
- (susurrando) Hola Alex, ahorita estoy ocupada. Estoy en práctica en el hospital.
- Ah ya, no hay problema. A qué hora te puedo volver a llamar para terminar de saludarte por tu cumpleaños pues amiga, no creas que me he olvidado esta fecha tan importante.
- Mmm... gracias Alexito por el saludo, llámame al medio día, pero del 1ro de Octubre que es mi santo, no hoy. Estás un mes adelantado.
.
.
Supayniyux

3 ago 2008

Para un general

Sentada en un bar del centro de Lima, tomando pisco y con un fondo de piano hiriente en este invierno lluvioso, te he recordado más que otros días. El humo de este lugar, esa sensación cadenciosa de la música y las voces apagándose una tras otra mientras pienso en ti y en tus rulos, la barba descuidada que raspaba en cada toque y tus palabras, me están llevando de vuelta a sitios cerrados con doble llave en mi mente. De vez en cuando, es bueno reabrir lugares prohibidos, pensando cosas que no se deben pensar y sufrir un poquito, con gusto y placer, la tristeza y necesidad de tu ausencia.

Nuestra historia - si es que todavía queda historia - rara, incompleta y extraña, no inicia en un insípido cine mientras yo miraba la película y tú seguías molesto porque yo había llegado tarde. Empieza en tus palabras, en tus tontas y grandes historias, en los amigos en común, en visitas de estadio y quizás mucho antes. Yo sé que crees que nunca te quise, y yo misma lo creía hasta que pasaron muchos días sin poderte hablar y me di cuenta que te extrañaba y que los domingos en la noche no era iguales sin ti, sin Bayly, sin el placer de los ojos o sin música. Yo misma estuve segura y aunque no leas esto nunca, no deja de ser verdad que sí te quise mucho.

La vida es un mercado te dije alguna vez, y el amor también. Siempre alguien que ofrece algo, y alguien que busca. Todo está en encontrar una oferta y demanda que encajen, y así de fácil se consigue la felicidad. Tú me diste más de lo que podía darte, siempre más y esperabas no menos que eso. En realidad lo que tú buscabas, con los 10 años que me llevabas era alguien con quien compartir tu vida y donde no se perdiera ni un segundo de formalismos o espacios absurdos, sino que te quisiera a toda costa y por sobre todas las cosas. Jamás sabré si esperar lo mismo a cambio es bueno para alguien porque casi nunca se consigue, ni en intensidad ni en velocidad y ese fue el forado que determinó lo que ahora somos, personas que no saben nada una de la otra.

Desde la vez que cantábamos boleros en tu auto, frente a algún parque de la ciudad y el agua caía del cielo intempestivamente, hasta las conversaciones con tu madre haciendo causa común contra ti y tu animadeversión por la plantas, todo ha quedado en mi mente de alguna forma extraña, guardado en el rincón de las personas importantes que salieron de mi vida por decisión propia y por bien de ambos. El últmo día que te vi, cuando me pediste nunca más comunicarme contigo supe que te había herido sin quererlo, porque tú necesitabas algo que en ese momento no podía ofrecerte, porque mi ritmo lento y pausado exasperaba tu grito de cariño inmediato y explícito, y prometí no acercarme nunca más si era eso lo que querías. Otros asuntos importantes distraían tu mente y debían ocupar tu atención, por lo que amores de letras y melodías podían esperar. No sé nada de ti desde ese momento, salvo algunas frases tuyas que de vez en cuando leo, sin más que imaginar que estás bien, que tu hijo sigue bello como siempre y que tu madre cuida sus plantas en la terraza y tu padre camina libre por las calles de esta horrible ciudad. Y que tú estás mejor que nunca en el nuevo trabajo que llegó en el mejor momento, cuando todo parecía gris y las malas noticias calaban hondo y hacían sangrar el espíritu. Todo siempre lo has hecho bien, desde tus escritos hasta tus besos luego de pisco sours y promesas de siempre cuidarte en el oído, y no dudo que ahora todo es incluso mejor.

Estoy en el bar que tú me enseñaste, en la mesa en la que siempre nos sentamos tomando lo que siempre tomamos las pocas veces que salimos juntos. Tengo ganas de escuchar a Fito, a Facundo y a Silvio, con cada nota y palabra sonando a ti, a nuestras canciones paseando por la ciudad, a los posts de guerra y respuesta, a los compromisos de enseñarme a fotografiar y traer chocolates suizos y a esos momentos que no sucedieron pero que se quedaron en la memoria, como fuente de inspiración de historias y motivo de sonrisas con copa en mano y pena atravesada por segundos. Es de las melancolías que duelen de forma agradable, porque con el tiempo se agudizan y endulzan y hacen que uno piense que hizo lo correcto aunque costó mucho y algún día, después de mucho tiempo se sabrá realmente si valió la pena. Habrá que esperar.

Porque me enseñaste a querer la trova, a ver a Bayly, a valorar la audacia, a mirar los Daewoos, a no comer en el Munich e idolatrar los estetoscopios rosados. Porque supe que todos tienen derecho a tener alguien que los quiera como ellos quieren, que los fotógrafos deportivos no pueden ser hinchas, que cada uno de nosotros debe avanzar a su paso seguro y que muchas veces ver bailar es más interesante y placentero que bailar. Porque al final me quedo con Lolita de Nabokov, con El breve espacio en que no estás de Milanés, y con la carta de amor que algún día escribiste. Y porque al final algunas cosas deben dejarse ir y luego de ti dejé ir lo que era y fui Cecilia para bien y por ahora, con todo lo bueno y lo malo que siempre hay en todos los mortales, sobre todo los que han sentido cariño alguna vez.

Porque fuiste alguien que dejó una huella, esta es la carta de un coronel a un general.

Supayniyux

22 jul 2008

Seek and destroy

"A menudo encontramos nuestro destino
por los caminos que tomamos para evitarlo"

Jean de la Fontaine


- Dra C, por favor atienda al paciente que acaba de llegar en la camilla. Tiene un TEC leve, hágale la historia clínica. Ya vuelvo para verlo.
Otro contuso, pensé yo, aburrida en esa noche invernal de enero que solo me había traído accidentados y uno que otro borracho con intenciones galantes a la sala de emergencia donde estaba rotando. Ya era mi segunda semana en el Hospital ERM de Nueva York y casi como en las películas, el crimen verdaderamente abundaba. Un peligro para los habitantes, una suerte para mí que hacía de ese reciento mi centro de operaciones, cosiendo, reduciendo fracturas, resucitando y dando alguna palabra de consuelo en mis guardias. De todos los casos que llegaban, nunca me gustaron los que tenían golpes de cabeza por la sencilla razón de que en Lima, donde había vivido y estudiado toda la vida, cuando una persona se caía y se rompía la cabeza simplemente se sobaba o en el peor de los casos llegaba caminando para unos puntitos. No más drama. Sin embargo, en los pocos días que llevaba en esta sala de emergencia había visto llegar a tremendos gigantes en camilla, asegurados con correas, y poco más y con suero por un simple golpe. Parafernalia americana, ni más ni menos. Pero bueno, esas tierras poco apreciadas por mí me ofrecían un campo de prácticas para la cirugía que quería seguir, y las oportunidades no se desaprovechan me enseñaron a mí.
Entonces voy hacia la camilla y lo veo. Algo familiar me resulto en ese rostro, pero no podía dilucidar si era la cara de semi-felicidad por el cóctel de analgésicos que les ponían a todos los golpeados, o si en algún momento de mis 23 años lo había visto antes.
- Buenas noches Sr…
- L, Sr. L.
- Sr. L, soy la Dra C y voy a atenderlo. Le voy a hacer algunas preguntas y necesito que me conteste brevemente.
El típico interrogatorio, nombre completo, fecha de nacimiento, sexo - todo en esta vida es posible y hay que asegurarse – y cuando llego a lugar de nacimiento y escucho Lima, Perú de respuesta, entonces dejo de escribir y por primera vez le sonrío.
- ¿De verdad eres peruano?
- Como la mazamorra. Solo que no parece.
No dejaba de tener razón, porque con la piel blanquísima, los cabellos casi rubios y la altura bien podría pasar como cualquier nativo de las tierras que pisábamos. Me alegré de alguna forma de encontrar a alguien de donde yo era, así que dejé de lado la reticencia con la que siempre trataba a los pacientes alaracosos y decidí ser más amable. Seguí preguntando cosas importantes para el caso, matizando con algunas bromas sobre añoranza de comida real y verano en las playas del sur.
- ¿A qué te dedicas aquí, L?
- Trabajo de snowmaker en el verano –peruano, claro está-. Justo ahí, con uno de los asientos que transportan a la montaña para esquiar, me golpeé la cabeza cuando los encendieron si avisarme. Allá en Lima estudio gastronomía pero vengo siempre por los tres meses de vacaciones.
- Ah, entonces hace años que no vas a la playa y estás enterrado en la nieve. Con razón jaja.
Entonces termino de hacer las preguntas, no sin antes enterarme que no era la primera vez que tenías accidentes aparatosos con golpe en la cabeza. Ya eras caserito en palabras simples, así que decidí revisarte antes de poner los puntos.
- Esta cicatriz…
- De un golpe contra la pared de mi casa, creo que algunos techos no se han hecho a mi medida, aunque en ese hasta tú te habrías golpeado la cabeza.
(Por insinuar que soy chiquita te jalo los cabellos)
- Uy, disculpa. Y esta cicatriz…
- Cuando mi hermana me golpeó con un bate por haber hervido a su barbie.
(Bien hecho pienso, castigo a esos hermanos que destruyen propiedad privada)
- Y esta cicatriz…
- Ah, cuando en el colegio me corté la cabeza con un hacha.
(Primero me río porque pienso que estudiaste con los locos Adams para andar accidentándote con un hacha, pero luego algo viene a mi mente)
- ¿En qué colegio estudiaste?
- En el WWE.
- Y estabas en 2do grado, en la actuación de Fiestas Patrias, ¿cierto?
- ¿Cómo sabes?
Entonces recordé dónde te había visto antes y había sido ahí, en esa actuación del colegio donde estudié mi primaria, cuando juntaron a todas las secciones de 2do grado y la profesora no tuvo mejor idea para la presentación que recrear un cortamonte – más conocido como yunsa-, con todos nosotros bailando como pitufos alrededor de un árbol en maceta que ella misma trajo y para hacerlo más verídico, tuvo la brillante idea de traer un hacha de verdad. Vio al más blanco y gordito de los que estábamos ahí, un chiquito que parecía buena gente y que se presentó el día de la actuación con un ternito azulito que lo hacía parecerse a mi ken. Siguiendo las magníficas medidas de previsión de la profesora de primaria, a quien no se le había ocurrido que tremenda hacha era un peligro para el niño que jamás había cargado una, y para todos nosotros en caso de que a él se le ocurriera representar alguna película de terror de su preferencia, nunca hubo ensayo con el instrumento contuso-cortante, sino que el mismo día de la presentación a 5 minutos de que nosotros, ataviados con vestiditos y ropita de fiesta y atiborrados de serpentinas y pica pica, entráramos triunfantes al escenario del auditorio del colegio WWE para danzar alrededor del arbolito, recién se le ocurrió traer el hacha. El niño, todo campante, la recibió pensando quizás que era igual a un mazo de piñata, y cuando comenzó la música de carnaval, se abrió el telón y todos empezamos a bailar en círculos alrededor del arbolito, el niño del hacha – a quien tenía en mi sala de emergencia hoy – sintió que el peso de la herramienta le vencía y ésta resbalaba por su hombro. No tuvo mejor idea que, de una levantada de hombrito, hacer saltar el hacha que fue a parar directamente en su cabeza por encima de las orejas, haciéndole una rebanada al cuero cabelludo, luego de lo cual el niño soltó el objeto y se quedó atónito. Nosotros, que felices seguíamos bailando el carnaval, quedamos mudos cuando vimos la cantidad de sangre que salía de la cabeza del niño, que se puso a reír. Entonces los papás comenzaron a gritar como cuando gritan las mujeres cuando ven a un pericote, y todo se volvió un alboroto. Mientras, nosotros nos reíamos con el niño porque todo parecía una película de horror y hasta nos pusimos a jugar con el hacha y seguíamos bailando, jalando los falsos regalos que habían colgado del árbol, hasta que apagaron la música y vimos como unos papás, probablemente del niño de ternito azul, estaban a punto de dar un hachazo a la directora por exponer a sus hijos así. Luego de eso, a cada uno nos recogieron nuestros papás y no fuimos al colegio por una semana, que en nuestros 7 años se vieron como vacaciones y cuando volvimos a clases, el niño blanquito y gordito ya no estaba en el colegio.
- Así que tú fuiste el monstruo del hacha.
- Ese mismo soy yo. Al menos te di una semana de vacaciones.
Coincidencias de la vida, jugarretas del azar. Limpio el lecho de la herida por la que has venido, ahora con más suavidad y cuidado porque sé que los golpes de cabeza son tu fuerte, y además porque durante esa semana que falté al cole mi papá me llevó a ver Disney sobre hielo, a Play Land Park y a todas las diversiones que una niñita de 2do grado pudiera disfrutar, en su afán de distraerme del horrendo episodio que había vivido, sin saber él que esa fue una de mis motivaciones para estudiar medicina y ahora estaba en un hospital cosiendo cabezas y viendo sangre por doquier, aunque sin nadie que me lleve a los juego mecánicos por ver eso. Esa gran semana de felicidad que pasé hace tantos años, te la debo a ti así que decidí curarte bien.
En ese momento llega el jefe de la guardia, todo serio, con su gran bata blanca que jamás ensucia porque el trabajo sucio – entiéndase sangriento – lo hacen los internos, los residentes y los rotantes, como yo.
- Dra C, ha hecho toda la historia imagino.
- Sí, Dr H. El paciente está listo para aplicar los puntos de sutura en la herida contusa de la región parietal.
- Le pondré grapas. Guantes, por favor.
El Dr. H., conocido por el ausente trato directo con los pacientes, te pone un poco de anestesia y procede a ponerte las grapas. Una, dos, tres. Ya, dijiste, y ya dije yo pensado que se había acabado y tú ni lo habías sentido porque el bloqueo de la lidocaína impedía la sensación de dolor.
- Una más, Dra. C, sino nos denuncian como siempre.
Grito de dolor, porque en esa zona no te habían puesto nada. Así es la vida, compatriota, del curar y ser curado.
- Listo. Dele un analgésico y que se vaya a descansar. Ud. También puede ir a dormir dos horas, luego de regreso a la guardia. Estaré en la habitación de médicos.

Termino de limpiar la herida ya cerrada, busco unos analgésicos, las 100 hojas de información sobre los accidentes de trabajo, el ibuprofeno y los procedimientos hospitalarios que te tengo que dar por la política americana de abrumar al paciente de datos médicos que a la larga, se dan para prevenir las demandas. Te los doy y tú ya estás prendiendo tu IPOD. Escucho algunos acordes de Metálica de tus audífonos que me imagino te dejarán sordo algún día. Has decidido irte caminando y no en ambulancia a pesar de la insistencia de la asistenta y la auxiliar, no sé si porque te sientes ya mejor o porque te ha avergonzado que te diga teatrero y trágico por llegar a mi emergencia en camilla por un golpe de cabeza.
- Bueno L, mucha suerte en esta ciudad. Es difícil, peligrosa y fría… aunque tú eres el amo y señor de la nieve. Ya nos veremos algún día allá en Lima.
- Claro, te debo un buen lomo saltado, que es lo que mejor me sale y lo que más quisiera comer ahorita. El golpe me ha dado hambre.
Me das la mano y yo te doy un beso en la mejilla. Lo siento, la calidez no se pierde ni en los sitios más helados. Tú sonríes, te pones los audífonos y te vas, y mientras caminas todavía puedo escuchar la canción. Llega en ese momento un herido de bala y pienso que al diablo el descanso, es hora de salvar vidas. Te has perdido en la fría noche de Nueva York y yo a punto de empezar otra historia, tarareo en mi mente:
Running,
On our way.
Hiding,
You will be
Dying,
A thousand deaths
Searching,Seek and Destroy


Supayniyux

10 jul 2008

Pedacito de vida

"El regalo de la felicidad pertenece a quienes lo sacan de su envoltorio"

Anónimo

El recuerdo más antiguo que tengo de ti, Sandro, es cuando me enseñaste sobre el sistema solar. ¿Te acuerdas? Estábamos tomando desayuno y yo te pregunté por qué el sol se iba y venía. Entonces tú tomaste la lata de Nescafé que se convirtió en sol, y el azucarero de metal que luego fue la Tierra, y empezaste a hacer todos unos movimientos alrededor de la mesa con sonidos y efectos especiales para que yo te entendiera y luego me hiciste sostener el servilletero y así creamos nuestro mini sistema planetario nada menos que en nuestra propia cocina. Yo a mis 4 añitos quise explicarle igual a mis amiguitos del jardín pero no lo logré. La magia estaba en tus efectos especiales.

También me acuerdo cuando yo estudiaba en Miraflores, 2do de primaria, y tú me llevabas en el Enatru camino a tu trabajo y me ibas contando sobre la fábrica y cosas de Huaraz mientras atravesábamos toda la ciudad juntos. Ahí me enseñaste que los niños chiquitos deben bajar primero porque sino el conductor del micro no los iba a ver por el espejo y podía cerrar la puerta sin darse cuenta que los pequeñitos estaban bajando. Por eso yo me bajaba en el paradero primero que todos los adultos, mientras tú me veías sentado y te despedías con la mano, y yo luego de hacerte un adiós con mi manita caminaba dos cuadras con mi mochilita y mi lonchera a mi colegio. Entonces las profesoras en la puerta me preguntaban si había ido sola al cole y yo les decía que mi hermano mayor me había dejado en el paradero pero como era grande, tenía que ir a trabajar.

Y la vez que me regalaste el cancionero de Alianza Lima para que cante contigo aunque sabía que nunca me ibas a llevar al estadio, pero bueno pues, la ilusión bastaba y yo me llegué a aprender algunas, que ahora cuando escucho en tribuna me hacen acordar a ti. Tantas cosas que me enseñaste cuando vivías en la casa Sandrito. Aunque también te beneficiaste de tenerme como hermana menor porque hasta saliste con mi profesora Verónica de 1er grado, aunque yo también gané de esa experiencia ya que nunca me dieron tantas estrellitas ni caritas felices.

Claro que tenías tus arranques, como cuando gritabas desde la ventana de mi cuarto: Ceciliaaaa!!! Entra a comer!!! Y no solo yo sino mis amigos y todo el parque entero en el que vivíamos se enteraba que era hora de la cena y yo tenía que decir que mi hermano era medio loco y que mejor me iba rapidito a mi casa. Muchas veces discutimos, muchas veces me gritaste y muchas veces lloré, pero siempre lo bueno fue mucho más grande que lo malo.

Por ti se como fue el arribo de Colón a América, por la forma que me contaste sobre tu profesor que los hizo subirse a todos al escritorio de tu salón, como si fuera un barco y les gritaba: Remen!! remen!!! mientras zarandeaba el mueble simulando las tribulaciones del mar. Y Rodrigo de Triana, tu amigo Pepito subido a una de las carpetas con el trapeador como mástil, gritaba: Tierra!! Veo tierra!! Cuántas cosas Sandro, desde tus enseñanzas, tus gritadas hasta tu bandera aliancista... Cuánto tiempo y vivencias juntos en la casa.

Por eso cuando te fuiste a Holanda a trabajar, me sentí como se sienten las cosas buenas que duelen. Tristeza por tu partida, alegría por ti. Tú ya no vivías en la casa por varios años, pero la lejanía de un hermano siempre es importante. Ya allá, con la increible capacidad de trabajo y ese ímpetu que siempre tuviste, decidiste quedarte. Nosotros fuimos a verte el año pasado y me di cuenta que eres feliz allá. Conocimos a tu chica, la holandesa que ahora es tu esposa y supimos que tu vida iba viento en popa.


Y ahora Sandrito, eres papá. Mientras escribo, con los ojos brillando y con mucha emoción, no sabes cuan alegre estoy. Tú, el que nunca pensó casarse, el rebelde, el del carácter para hacer correr a cualquiera y el que más merecía ser feliz, has encontrado una mujer que te quiere - es muy blanca para mi gusto pero te quiere y eso es bastante jaja - y tienes ahora en tus brazos a un pedacito de vida que alumbrará tus días. He visto tus fotos y eres otro Sandro, emanas una dulzura y un cariño como nunca te vi, como el papá chocho que recibe un viento de felicidad y un motivo inmenso para vivir y ser cada día mejor. Esta pitufita, Noelia, ha llegado para engrandecer tu vida y hacer tus días maravillosos, igual que a tu esposa. Me apena muchísimo el no poder estar ahí, verás, miles de kilómetros nos separan y pasará mucho tiempo para poder cargarla y arrullarla, y tocar sus manitos chiquitas que caben en la palma de mi mano, pero así es la distancia. Sin embargo, el tiempo pasa volando así que cuando vengas a visitarnos o vayamos de nuevo por allá, seguro me la llevaré de paseo en su coche por las calles y le cantaré.

Mientras llegue ese día Sandrito, quiero que sepas que todos aquí somos felices por ti. Mi mamá le tejió el roponcito con un cariño inmenso, y mi papá le anda diciendo a sus amigos que ya nació su séptima nieta. Yo le compré un vestidito aliancista y seguro me mandarás las fotos cuando se lo ponga. Todos esperamos verlos pronto Sandro, sobre todo yo. Que aunque eres mi hermano mayor, de alguna forma pude ver ese instinto paternal, ese cariño y ese amor que dabas mientras sostenías mi mano chiquita cuando me llevabas a mi cole, y mientras sostenías mi mano cuando bailaste conmigo en mis 15 años. Tú mas que nadie serás un buen padre y cuando eres feliz, nosotros también.

Te quiero mucho Sandro, a la distancia.

Supayniyux

1 jun 2008

Yo tengo fe

"Ser de Alianza es una pasión diferente
que para siempre
llevo conmigo"

Comando Svr


Es en estos momentos donde se ve a los hinchas de verdad. Cuando las papas queman, muchos quieren bajar los brazos y caer en el abismo profundo de la desesperanza, los corazones de los que ciertamente están enamorados de los colores de una camiseta, siguen palpitando, nutriéndose en tiempos de sequía y derrotas del solo amor presente en un pueblo que sufre mucho, pero alienta más.

Como en el partido contra Sao Paulo para la Copa Libertadores 2007, cuando ya habíamos perdido todos los anteriores, no era ni siquiera "matemáticamente" posible coneseguir algo y como dijeron muchos, jugábamos por nada. Yo tenía guardia ese día en el Hospital Dos de Mayo y pedí permiso por tres horas, caminando ese 28 de febrero en ropa de cirugía con mis amigos de la universidad por Isabel la Católica para llegar a nuestro destino. Es cierto, no éramos muchos pero como me dijo uno de ellos, éramos los que débíamos estar. Y con tristeza vi que mi equipo realizaba una campaña desastroza, pero con orgullo vi que incluso cuando no había nada que ganar, mas que el honor, la fidelidad del pueblo acompañaba en las buenas y en las malas, como dice la canción. Cuando terminó el partido y volví a mi guardia, entrando a sala de operaciones el doctor, que sospechaba el motivo de mi ausencia, me preguntó si había valido la pena ir a ver a mi equipo perder. Yo le contesté con sinceridad y cariño que siempre valía la pena ir a ver a mi equipo.

Por eso, en el partido contra San Martín del año pasado en Matute al que no pude ir porque estaba en otro continente, tan lejos de la cancha pero tan cerca del sentimiento, a penas llegué a Roma fui a buscar una cabina para poder enterarme del resultado. Tenía puesta mi camiseta, que llevé a todo el viaje como muestra de que los amores se llevan a todos lados, y cuando entré y vi el resultado - San Martín 5, Alianza Lima 0 - por poco y me caigo de la silla. ¡Qué tristeza obtener un resultado así, pero qué dolor más fuerte el no haber podido estar en la tribuna al lado de mi equipo! Con más convicción que antes, lo quise más y esperé con ansias el volver a Lima para estar nuevamente ahí, donde el hincha debe estar: en el cemento.

Alianza Lima este año realizó una campaña pésima. El trabajo de Arrué no bastó y las falencias tanto tácticas, dirigenciales y emocionales nos había traído más tristezas que alegrías. Es así que cuando llegó el partido contra San Martín en el Callao, pensé que era oportunidad para una revancha y saliendo apurada con mil artilugios para poder llegar, nos fuimos con Beto al Miguel Grau. Llegamos y vi que era un partido muerto: jugar con un equipo que no tiene barra en absoluto ensombrece el ambiente. No éramos mucho otra vez, es cierto, pero nuevamente estuvimos los que debíamos estar. Y es entonces que llegaron los goles... en contra. Lo extraño fue que muchos no se daban cuenta hasta que volteaban - como yo en dos de los 5 que nos metieron esa noche - y veían en el tablero luminoso el resultado. Uno, dos, tres, cuatro... cinco. Parecía una pesadilla en cámara lenta, un suplicio decadente para nosotros, que veíamos estupefactos como estos individuos en la cancha jugaban todo menos fútbol, ponían todo menos corazón y sudaban todo menos la camiseta. Era descorazonador ver los intereses de miles - aunque esa noche solo hayamos sido cientos - en manos, o mejor dicho pies de gente que parecía jugar en cualquier equipo de barrio menos en Alianza Lima. Muchos de nosotros desesperaron, algunos ya querían irse y hasta concertaron ponerse de pie todos y salir al unísino para hacer sentir la protesta y rechazo ante esa actitud. Felizmente entraron en razón - nada se soluciona saliendo - y nos quedamos ahí, en ese frío del Callao puteando a jugadores que solo querían que se acabe el partido para terminar la verguenza, pero alentando a esos colores dueños del corazón. Cuando terminó el partido y la gente no sabía exactamente qué había sucedido, miraba el 5-0 en el tablero una y otra vez esperando que en una parpadeada el número aminore, empezamos a salir caminando despacio, meditando en qué estaba sucediendo con este equipo y cantando en voz baja: No puede ser blanquiazul, aquel que no haya llorado, aquel que no haya sufrido, cantando aquí en sur.

Luego de ese miércoles desastroso, muchos pensaron que era el debacle de Alianza Lima. El sábado, a solo tres días, jugábamos contra José Gálvez y todos pensaron que nadie iría al estadio. Que la tristeza había matado a la fe, que los resultados no nos habían acompañado y que el hincha aliancista estaba harto del fracaso. Pero no fue así, y es que Alianza Lima es más grande que sus problemas. Qué emoción el estar en sur, arriba en la fila más alta, en el medio donde siempre estoy y ver que poco a poco la gente iba llegando! Hombre, mujeres, niños, almas aliancistas que habían decidido apoyar a su equipo a pesar de tantas derrotas seguidas, a pesar de tantas penas. La tribuna fue haciéndose más grande con cada voz que se iba aunando al canto, al aliento, al amor. Ya lo había dicho la página de la barra: Aquí solo hay dignidad. Y estuvimos ahí, dejando garganta y corazón, gritando que como todos los años, esa tarde esa tarde esa hinchada había venido para estar a tu lado, para quedarse contigo. Una tras otra, arena tras arenga, el equipo se mostró diferente. Otra actitud, otro sentimiento, otro juego. La presión de toda esa masa de gente tuvo sus frutos y Aguirre nos regaló tres alegrías luego de tantas lágrimas. No era la absolución final, pero era un resultado positivo después de no sumar ni siquiera de a uno. Ya cuando terminó el partido y veía a todos salir desde arriba, me sentía orgullosa de esas tardes en las que mi hermano me enseñaba las canciones de Alianza y de a pocos me enseñaba a tener corazón.

Estamos en tiempo de receso por los partidos de la selección. Alianza ha respirado nuevos aires con la llegada de Páez que da a muchos una esperanza de cambio y mejora. La meta - lamentablemente - es quedar entre los 7 primeros ansiando campeonar en el clausura para pelear el título nacional. Creo que este técnico ha sido una de las contrataciones más acertadas que ha realizado esta directiva. Y es que así como en el sillón presidencial se enquistaron politiquetes, en la FPF se enquistó el incompetente de Burga, en la U se enquistó Gonzales, estamos ad portas de un nuevo dictador dirigencial en nuestra tienda. Franco, para ira de todos nosotros, a lo mejor está esperando que el Nene Cubillas vuelva a jugar en el equipo para convocar a elecciones. Cómo es posible que habiendo pasado tanto tiempo no se haya hecho nada y este señor se mantenga como presidente del club realizando compras de jugadores que rayan con lo ridículo e increible. El año pasado y lo que va de este año, hemos recibido no paquetazos sino PAQUETOTES, jugadores totalmente fracasados, sin atisbo de buena técnica o al menos coordinación para hacer algo bien. Nosotros los hinchas, la parte más importante de todo este baile, nos hemos jalado los cabellos y gritado a los cincuenta mil demonios cómo era posible la inclusión de esa sarta de idiotas que solo nos producían úlceras de stress por los goles perdidos, las pelotas cedidas y las humillaciones. Nadie sabe con qué criterios traían a técnicos desconocidos - caso Aguirre - qe se iban sin pena ni gloria pero con billetes, o a jugadores paupérrimos futbolísticamente hablando - Poroso y compañía que levanten la mano - que no aportan absolutamente nada pero sí cobran con puntualidad. El señor Serna ya es el caso estrella, un incompetente que para mí cortaba el césped en el club de donde viene porque aquí, al entrar a la cancha no solo no funciona sino que estorba, por eso creo que es mejor que lo expulsen para que deje hacer a los que saben su trabajo. La contratación de Montaño fue tomada como salvadora cuando en un equipo juegan 11, no uno contra el mudno entero.

Por todo esto, la venida de Páez, con buenas referencias en su trabajo en clubes y selección, da motivos para esperar. Esperar la mejora, esperar la entrega, esperar la técnica, esperar la magia, esperar sumar... en fin, esperar volver al lugar que Alianza Lima se merece. Para que el cuerpo avance, las partes deben hacerlo en conjunto. La dirigencia debe convocar a elecciones para que los socios (que con su número no son representativos) elijan a quien podría traer cosas buenas a Matute. Los socios deben exigir transparencia y trabajo correcto de quienes tienen obligación de hacerlo. Los jugadores deben exigirse al máximo, porque de mover la pelota viven y alimentan a sus familias, y deben tener en cuenta que no juegan en cualquier equipete de provincia, sino que están defendiendo la camiseta más gloriosa y entrañable del Perú. Y por último nosotros, los hinchas que cada domingo - y miércoles cuando se debe - están llegando a las puertas del estadio, con el mismo amor de siempre, con esa expresión de ir a ver a quien se quiere con la camiseta puesta y el deseo de entregarlo todo, debemos hacer nuestra parte sin importar el resultado, las circunstancias o el momento. No podemos votar en contra de la dirigencia o a favor de otra, no podemos jugar el partido ni arbitrarlo como quisiéramos, no podemos cambiar lo que no nos pertenece. Pero sí podemos responder por lo que es nuestro y nos mueve el sentimiento cada tarde que pasamos el umbral de Matute para entrar a la popular: alentar con alma, corazón y vida siempre, sin cesar.

Arriba Alianza!

Supayniyux

25 may 2008

Troglodita

"Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo"

Napoleón Bonaparte

Acabo de leer tu mail, tranquilamente y sin renegar, tratando de respirar profundo y mantener la bilis donde pertenece. Mi conclusión: eres un payaso. No puedo decirte otra cosa porque prefiero reirme antes de colpasar por tu estupidez.

Recuerdo cuando te conocí hace más de dos años, en una de las noches de estudio en la casa de Carmen. Tú, minero, eras el primer puesto de tu promoción y estabas también en esa casa estudiando con el hermano de Carmen. Conversamos y de alguna forma, me di cuenta que tenías un gran coeficiente intelectual pero uno emocional que daba negativo. De alguna forma también, vi tu neanderthalismo un poco interesante (pienso en todas las veces en que las mujeres tienen un lapsus de percepción distorsionada de la realidad, un breve alejamiento del sentido común y racionalidad) Después de algún tiempo, ya que yo había terminado con el chico con el que estuve dos años - mal momento para comenzar una relación - decidí estar contigo y ver qué pasaba.

No pasaron ni tres semanas para darme cuenta de que eso no iba ni para delante ni para detrás. Yo sé que tú me querías, y sé que te esforzaste en que todo vaya bien pero nada se puede forzar en realidad. Lo que no es para ti, no se quedará contigo. Tú mismo te autodenominabas hombre-bestia y en realidad todo el tiempo que dedicaste en pulir tus estudios, lo perdiste en pulir tu personalidad. Tu falta de tacto, de cordura, de palabras ecuánimes, en pocas palabras tu tan celebrado intento por ser un hombre de Cromagnon más terminó por abrumarme. De alguna forma totalmente inexcrutable para mí, alguien te había hecho creer que tal forma de violencia y tontería nos gustaba a las mujeres (hombres, que no saben diferenciar cuándo es buena una imposición de fuerza que de alguna forma tierna te intimide, muy diferente a besos que te dejen heridas y dolores durante toda la semana) Así que con pocas palabras y en los mejores términos porque a fin de cuentas yo te apreciaba y tú me querías, se terminó lo que ni siquiera había terminado de iniciar.

Al tiempo yo volví con la persona con la que había estado tanto tiempo, y tú te conseguiste una enamorada de despecho - y no porque yo lo haya descifrado sino porque increiblemente tú me lo escribías en los mails - por lo que te deseé alas y buen viento. Tú te portaste mal un par de veces creyendo que al verte con ella yo iba a ingresar a un status de estigma y sangrar por las fosas nasales mientras convulsionaba de los celos que no me cabían en el pecho (todavía creo que los hombres han visto demasiado "Amores Prohibidos" o "El Noveno Mandamiento", entre tantas otras pastillas televisivas para atrofiar la mente) y yo obviamente solo sonrei esperando que los 5 años que me llevabas cronológicamente en algún momento salieran a relucir con un comportamiento alturado y no de ingresante a secundaria. Eras ya un ingeniero de minas y me pedías que no te hable por el msn porque tu enamorada se molestaba!! Así que te hice el favor y te bloqueé del msn, del Hi5, te borré del celular y de todo registro donde pudiera haber viso de comunicación contigo porque tu inmadurez llegaba a límites insospechados.

Te encontré en la fiesta de cumpleaños de Carmen. Para mi no sorpresa, tu enamorada no había ido. Y no pasó mucho rato para que te acercaras, primero en un plan de don juan (así, en minúsculas) y luego terminaste diciéndome que estabas con ella porque querías olvidarme. ¿Te parece de caballeros decir eso? Si en verdad piensas que una mujer valora que le digas que por ella estás envuelto en una relación que solo usas para olvidarla, dejando a tu enamorada como la más ridícula de las incautas, entonces no has leido el libro correcto. Sientiendo pena te deseé nuevamente mucha suerte y te pedi que jamás trates a una mujer como cualquier cosa, y que la chica merecía más respeto. Consejos que no oiste.

Mi relación después de tres años terminó y yo no volví a saber de ti hasta ese día que me llamaste. Mi papá, entre la coquetería, soberbia, inteligencia y responsabilidad, también me heredó el don de la clarividencia, a un paso de graduarnos de chamanes, y ni bien reconocí tu voz supe que habías terminado con tu enamorada. Te lo pregunté y me dijiste que sí, pero que no me llamabas por eso, sino que querías hablar conmigo de algo importante, y un largo bla elevado a la n más. A tanta insistencia, porque si te caracterizas por algo es por ser perseverante no siempre en el buen sentido de la palabra, accedí a una conversación en un café. Extrañamente cuando nos sentamos a conversar, te vi un poco cambiado. Te vi diferente, más educado, más ingeniero, más gente. Me alegré de tu mejora y te felicité porque a la larga, eso solo te beneficiaría a ti y a nadie más. Tú te portaste bien, no dijiste nada de más, ni siquiera cuando me contaste de lo mal que se había portado tu enamorada y como ahora estabas más solo que una ostra. Te dije lo único que podría haberte dicho en esa situación: "Sabes que para mí estás muerto, y jamás resucitarás, y si estamos hablando ahora es porque a nadie le afecta una conversación con un personaje de ultratumba, pero que eso te sirva de lección para no dejar de lado a amigos o personas importantes por una relación, porque cuando se pierden las cosas ya se pasó el tren del arrepentimiento y tú ni lo viste" Tú sorprendido, me escuchaste y me dijiste está bien. Se terminó el café y cada uno se fue a su casa, ni más ni menos.

Y ayer, que salgo tarde de clases y me voy a la verbena de mi universidad un rato para relajarme y divertirme un rato, llego y te veo ahí, con Carmen y unos mineros más. Saludo, un par de palabras y me voy a bailar. Lo curioso es que nuestra interacción en toda la noche fue un baile, un pásame el vaso y un a qué hora se van. Cuando ya era hora de irme, pregunto quién salía también. Para mi mala fortuna nadie tenía planeado despegarse de la orquesta, salvo tú, que también te ibas porque tenías que trabajar. Esos son los momentos donde enerva ser mujer (así como cuando quiero ir al estadio a ver a mi equipo y ninguno de mis amigos puede y yo me tengo que quedar en mi casa lamentándome el no ser hombre para cruzar con frescura Matute e ir a alentar), porque la salida de la verbena era peligrosa y aunque andar contigo era un peligro, el riesgo de ser asaltada en el puente que debía cruzar lo era aún más, así es que no tuve más opción que aceptar que me acompañes a mi casa. En fin, la tuya quedaba cerca.

Tomamos el taxi. Ya conociendo tus reacciones impulsivas y tus tonterías, me pego a la otra puerta porque a lo mejor se te cruzan los chicotes y algo dices o haces. Todo bien, conversamos tranquilos de Carmencita y su próximo cumpleaños y ya pronto llegamos a mi casa. Bajas, bajo y saco mi llave. Y es ahí como rememorando tu información genética, regesionando a los antepasados de lo que hoy se conoce como hombre cuerdo, te disfrazas por un momento de un troglodita. Pienso que solo te faltaron las pieles y el cabello largo para completar el cuadro. Me tomas de la mandíbula, utilizando la misma fuerza con la que en las películas el bueno le tuerce el cuello a los soldados malos, y transformas mi intento de despedirme decentemente en un beso-mordida-lesión forzado, doloroso, estúpido. Eso, ignorante del pensamiento XX, no es espontáneo, ni romántico, ni apasionado, ni impulsivo ni producto del momento. Esa maniobra es la consolidación pura de la idiotez. Y lo incrieble es que mientras yo trataba de safarme - no como en las novelas en que primero se ofrece una cuasi-resistencia que al final se transforma en un dame más - sino realmente de safarme, no pude hacer audible mi grito de suéltame porque tus fauces me lo impedían. Hasta que la adrenalina producto de la cólera de esos 3 segundos me dio fuerza para tirarte un puñete en la cara, que fue lo único que pudo hacerte entrar en razón. ¿Qué fue lo que pasó por tu cabeza? ¿Creiste que yo iba a corresponder tu beso bestial, abrazarte y decirte: no puedo seguir lejos de ti? En qué momento de los: no quiero tener nada contigo, tu no existes para mí, no me interesas, jamás volveré contigo o tu bestialidad es lo peor que Dios te ha dado, no fui lo suficientemente clara. No puedo creer que en verdad sigas pensando que las mujeres dicen ternura, pero quieren azotes y besos a la mala. ¿Qué pensabas, Erick, que en verdad iba a suceder?

Luego de largarte y tú de caer en cuenta de la tontería que habías hecho, entro a mi casa. Para mi peor suerte, recuerdo adentro que tú guardaste mi libreta de apuntes en tu mochila. Cosa imprescindible, para mi desgracia. Me llamaste 37 veces, y en la 38 te contesté para decirte: mañana me traes mi libreta, tírala por debajo de la puerta y desaparece luego de eso. Me voy a dormir molesta, porque no hay peor cosa de que te fuercen a algo, que lo que tú digas valga menos que un chancay y que la gente se burle de lo que tú quieres, o no. Fatal, hombres que no saben pensar.

Hoy me voy a la universidad con la certeza de que alguien más que conocía ha sido absorbido por la fuerza cósmica de la vanalidad y en pocas palabras, has muerto para mí. Tranquila voy en mi clases, hasta que mi batería se termina por las 21 llamadas que me haces, sabiendo que estoy en clase y que jamás te voy a contestar. Es que acaso los hombres, llegado un momento, usan un mecanismo bloqueador del sentido común, y no interpretan que si una mujer no les responde al tercer timbrado es que no puede, o por último no quiere hablar con ellos? En que momento de la formación de varones, se les inculca que el que la sigue la consigue? Cuándo fue que perdieron la capacidad de interpretar un no como NO, y no como lo que les venga en gana? Ya fastidiada, esperando que hayas dejado mi libreta por debajo de mi puerta y te hayas ido para siempre, salgo de mi clases y me voy a mi casa.

Estoy llegando a mi puerta y escucho mi nombre. Ahí estás, sonriendo como idiota, me das mi libreta y me voy. Tienes la graciosa frescura de preguntarme por qué estoy tan molesta, y solo atinas a sonreir cuando te largo de mi entrada. Te quedas parado afuera de mi reja, en una visión coríntelladista que me encoleriza y entro a mi casa. Cuando al fin ya te has ido, reviso mi libreta porque otra vez mis conexiones con Rosita Chu me dicen que alguna tontería has escrito. Efectivamente, me pones garabatos indescifrables y lo peor, tres hojas de corazones atravesados por una flecha. Los veo y no puedo dejar de recordar la época de Servando y Florentino y me asusto de pensar que tu edad mental se ha quedado estática en el tiempo. ¿Corazones atravesados? Por favor!! Luego de eso llamas 19 veces a mi celular, y 5 veces a mi casa, hasta que mi papá de la forma más notoria posible te hace entender que me fui al Tibet a visitar fallidamente al Dalai Lama y que probablemente no regrese nunca. Ni aún así te cansas y no paras hasta escribirme un mail.

Ese es el mail que acabo de leer. Yo me pongo a pensar... qué esperaba encontrar cuando vi que me habías escrito. Una disculpa, pensé. Un arrepentimiento, imaginé. Pero no. Empiezas diciendo el floro más alucinado que podrías dar. Me hablas de la naturaleza, del desierto, de los insitintos y de cómo éstos en los leones ayudan a su supervivencia, de cómo ellos se mueven por ese impulso genético y que la vida en la selva es difícil. Yo, interpreto que has alucinado muy feo con algún capítulo de la Nathional Geographic, me sorprendo cómo te comparas con los leones (¿?) y que ayer tú también seguiste tus instintos. Que no te arrepientes porque sino después te habrías preguntado que hubiera pasado si no lo hubieras hecho. Yo intepreto que te has querido sacar el clavo y que poco o nada te importó el puñete que te di. Luego dices que ayer compatibilizamos tanto, acompañados de la orquesta, que nos imaginaste a los dos y recordaste los tiempos en los que éramos felices juntos. Yo interpreto que tienes algún grado de daño cerebral porque si para ti compatibilizar tanto es que estés parado a un metro mío, sin hablarte, y si para ti el tiempo que fuimos felices son 3 semanas insufribles, entonces no hablamos el mismo idioma. Y para terminar, me dices que ojalá se me pase pronto y ya no te de la mirada de "eres un niño malcriado" y un de estos días conversaremos sobre la vida. Yo interpreto que eres un payaso, que cree que esto es un episodio de asma que pronto se me va a pasar y que confunde una mirada de eres malcriado con una mirada de "desvanécete de la atmósfera en la que yo habito". Y si de verdad piensas que claro, uno de estos días te voy a dar una llamada para ir a tomar un trago conversando de la vida, mientras espero pacientemente a que te de un ataque de estupidez de nuevo y me quiebres y lastimes la mandíbula en tu intento de agredirme (lo que para ti es besarme), entonces pienso que el mercurio que utilizas para diluir el mineral en la mina se ha filtrado peligrosamente en tu masa encefálica y no te está permitiendo usar el lóbulo temporal adecuadamente.

Te recomiendo, minero, que te consigas una muñeca. Descarga con ella tus instintos tanáticos, deja que pasen los años y la naturaleza haga su trabajo y cuando por fin tu psique haya madurado lo suficiente y hayas entendido cómo funciona este mundo y cómo funcionan las mujeres, te busques una mujer que te soporte. Pero una con una boca muy muy grande.

Supayniyux

15 may 2008

N.N


"De nuevo su madre apareció sonriéndole, llevándole a jugar por un parque lleno de animales, hace ya mucho tiempo pasado y él, a su corta edad, ya podía decir que todo tiempo pasado fue mejor"

Martín Roldán - Generación Cochebomba

Seguro no pensabas terminar aquí, pitufito. Te toco los cabellos revoloteados, llorando bajito porque si lo hago más fuerte mi profesor se molestará, y hoy realmente ya no quiero escuchar a nadie más. Verás, en este sitio he visto todo lo claro y oscuro de esta ciudad, las miserias que nadie más ve en el final de los días, pero nada te prepara para recibir esto. Nada.

Seguro que pensaste seguir jugando como ayer, después del colegio. Tu papá ya te había castigado por eso, estoy segura. Mínimo 3 soles a la casa todos los días, y sino mejor no llegar porque a esa hora no estaba tu mamá para defenderte - ella nunca estaba porque lavaba ropa rompiéndose entera para que todos tengan algo que comer- y ciertamente tu hermano menor, que también debía traer lo mismo a la casa, poco podía hacer por ti. Me pongo a pensar cuántas veces llegaste con menos de lo que tu papá, empoltronado en el mueble viejísimo frente a la tele en blanco y negro, tomando un trago barato, esperaba. Cuando llegaste descubrí que tenías muchas fracturas antiguas, así que imagino que no cumpliste varios días y tuviste que pagar muy caro las consecuencias. Felizmente eso ya pasó, pitufito, porque tu papá jamás te volverá a tocar.

Me pregunto para qué están los niños en este mundo. Una vez un profesor me dijo que estaban para crecer, para jugar y cuando ya eran más grandecitos, para estudiar. Esa debía ser toda su vida, y tú ayer, saliendo del cole en ese arenal, pensaste justamente que la vida es también reir. Tus amiguitos de 2do grado, todos pitufitos, todos en el arenal, jugaron con todo lo que se pudieron haber imaginado. Tú seguro saltabas, chivateando, sonriendo, viviendo por un momento como un verdadero niño de 7 años. Y tan encantado estabas, que no te diste cuenta que ya muchas horas habían pasado. El hambre aprieta, es cierto, y los caramelos que tenías que vender eran lo único a la mano y comiste varios. Entonces sentiste terror - pienso cómo un niño de tu tamaño, ahora que estás cerca a mí, puede sentir terror - porque no podías llegar a casa sin los 3 soles para tu papá. Y de un brinco saltaste al primer carro que encontraste para ofrecer, a quien pudiera ayudarte, un caramelo de limón.

¿Será cierto que los niños son incansables? Quizás dotados de una energía que rebasa cualquier esfuerzo, de una vida que abruma cuando aflora en tanta cuantía. Pero tú, como todo ser humano, chiquito, estabas cansado de tanto jugar, y no tuviste mejor idea que sentarte un ratito en el asiento del fondo, luego de no vender ningún caramelo, para dormir un ratito antes de llegar a casa. Te despertó el cobrador, en el último paradero muy lejos de tu casa. Ya era de noche, sin luna como casi siempre en esos días que andabas hasta tarde tratando de vender algo, solito, subiendo y bajando en un trajín que te quitaba de a poquitos la vida y la alegría de ser niño. Tuviste que subir a otro carro para retornar a casa, y cuando bajaste, y caminaste hacia la puerta despintada y vieja, temblaste como corderito camino al matadero.

Tu papá te abrió. De un puñete te tiró al piso por haber llegado tarde. Tú no dijiste nada - ya ahora sé que nunca decías nada, estabas siempre asustado - y trataste de explicarle lo que había ocurrido. Cuando mencionaste que no habías vendido, se transformó. Seguro viste esa mirada de diablo, cuando los ojos se le desorbitaban y se encendían, y parecía el mismísimo satanás, tan grande, tan fuerte, tan malo, y tan dispuesto a herirte. Tu papá sacó la bolsa de caramelos: llegas tarde, no traes dinero y encima te has comido la mercancía. Tú ya sabías lo que iba a suceder, pero mientras tu papá te pegaba - cuando llegaste aquí, supe que habían sido patadas a diestra y siniestra - llorabas bajito, así como yo estoy llorando ahorita cuando te veo. Cuando se cansó, y quiso volver a su sillón para seguir tomando te mandó a tu cuarto sin comer, por haberte portado mal. Tú fuiste, adolorido y en silencio, preguntándote si Dios en verdad era tan bueno con todos como cada lunes decía la profesora de religión.

Tu mamá llegó a media noche y fue a verte. Estabas llorando, y te quejabas mucho porque te dolía la barriga. "Déjalo, es un niño malcriado". Ahora que lo escucho, recuerdo mis clases de medicina legal cuando nos enseñaban sobre los niños maltratados y nos decían que sus padres les decían niños malcriados, que por eso merecían ser castigados. Tu mamá supo que algo no estaba bien porque llorabas mucho, más que las otras veces y te retorcías de dolor, pero tu papá pensó que solo hacías una pataleta porque tenías hambre pero como no habías traído nada a la casa, no merecías comer. Y ella no pudo hacer nada, porque cuando quiso cargarte para llevarte a la posta, tu papá la tumbó de una patada y le cayó una de padre y señor mío por desobedecerlo. Solo le quedó llorar bajito, como todos los que lloramos bajito cuando se nos hiela y desangra el corazón, abrazarte y decirte que mañana ya ibas a estar bien.

Ya hoy en la mañana, cuando tu madre se iba a trabajar y te despertaba a ti y a tu hermano para ir al colegio - tu papá dormía hasta medio día, siempre descansando, siempre tomando - ella fue a verte, y cuando te habló y tú estabas pálido, desorientado, semidormido y hablando cosas extrañas, ella se dio cuenta de que estabas muy mal. Sin importarle si después terminaba tirada en el suelo por más golpes, te cargó y corriendo te llevó a la posta, a 10 cuadras de tu casa. Iba rápido, totalmente asustada, arrepentida en el alma de no haber desoído a tu papá en la noche y contra todo haberte llevado donde alguien que pudiera ayudarte. Sentía eso que sienten las madres, inmersa en todo ese legado genético acumulado en los miles de años de evolución, ese deseo imperioso de proteger a quien ha salido de ti cuando su vida peligra, esa sensación de poder pelear con mil bestias cuando las crías están heridas. Eso, que hace a una mujer ser madre. Te hablaba pero tú no respondías, solo balbuceabas cosas en sabe Dios qué idioma. Sabe Dios qué estarías pensando en ese momento, pitufito, qué estarías sintiendo y cuánta vida se te estaba escapando en cada segundo. Tu madre llegó sin aliento a la posta, te dejó en la camilla y el médico, con la sola expresión petrificada de su rostro dijo más de lo que cualquier frase podría haber dicho. "Señora, lleve a su hijo inmediatamente al hospital porque está en shock y se nos va a morir" Estabas ahí sin moverte, de color papel, con los ojos entreabiertos y latiendo tu corazón tan rápido y fuerte que parecía que iba a estallar. Tu mamá tomó un taxi, hablándote en el oído, queriendo ser Dios o la Virgen para darte el aliento que poco a poco se te escapaba del cuerpo. Pensaba ella en todo, desde el momento que naciste, tiempo antes de lo que esperaban, y cómo le diste sentido a su vida miserable. Cómo tú y tu hermano eran la única razón por la cual ella seguía en este mundo, soportando todo por ustedes y peleando contra la vida por ustedes. Por eso, cuando llegó al hospital contigo en brazos, y en emergencia la enfermera la miró con esa cara de compasión con que se mira a quien ha perdido algo preciado en la vida, tu madre se sintió morir. El "es demasiado tarde señora" no llegó a su cabeza, sino que escuchó esas palabras como algo muy lejano que sonaba en un hecho extraño que sucedía muy lejos de donde estaba su mente y corazón. El verte ahí pitufito, sin vida, sin color, sin sonrisa, y sin saber por qué la habías dejado le quitó más de la mitad de su existencia. Y es así como llegaste a mí.

Te recibí en la tarde, cuando te trajo el policía en una de esas bolsas negras motivo de llantos para tantos, y motivo de trabajo para nosotros. Te dejaron en una mesa, nadie me explicó nada, era todavía desconocido el por qué ya estabas muerto. Verás, pitufito - el documento policial me dice cuál es tu nombre, pero prefiero llamarte así, para no estar tan triste - aún cuando la gente es callada para siempre, arrancada de este mundo y despojada de la vida, nosotros, aquí en la morgue podemos recoger lo último que ustedes quisieron decir. Podemos descifrar el motivo de las cosas, y por último, podemos ayudar a la justicia. Entonces, cuando llegaste, con los ojitos cerrados, decidí que tu muerte no podía quedar sin explicación.

Lentamente, con el profesor, hicimos todo el examen. Nunca es fácil hacer una necropsia, y mucho menos a un niño, pero paso a paso y acuciosamente tratamos de encontrar la causa de tu partida. Y es ahí, que al ver dentro de ti, descubrimos qué había sucedido. ¡Qué ira me invadió pitufito! ¡Qué dolor y rabia, cuando vimos que tenías una gran rotura hepática, producto de un traumatismo tan grave que más de la mitad de tu sangre se escapó por ahí! Todo estaba encharcado de un rojo tan triste, que me hizo pensar cuánto dolor debes haber sentido cuando se rompió tu hígado en una de las patadas que tu papá te dio. Y luego, como llorabas en la noche por la hemorragia interna que en cada sístole iba llenando más tu abdomen de sangre y mientras salía de tus arterias, era como ir perdiendo poco a poco la vida, y te hacía retorcerte, hasta que perdiste tanta que ya tu cuerpecito no pudo aguantar, y tu cerebro empezó a sufrir estando confuso, mientras que tu corazón trataba de compensar lo que horas después fue incompensable. Una muerte tan lenta, pitufito, tan dolorosa, tan prevenible. Si tan solo luego del golpe te hubieran llevado a la posta, te habrían operado y hoy no estarías en mis manos, cerrándote el pecho con un hilo de costura para entregarte a tu madre. Si tan solo alguien hubiera estado ahí para ti.

¡Qué difíciles cosas he pasado pasado al estudiar medicina... pero nada como esto! Me quiebro al ver estas cosas, esperando pronto que mi rotación por medicina legal aquí termine. He estudiado estos 6 años duro y parejo, para poder salvar vidas, poniendo en práctica los mil libros que lei para cuando llegue un paciente, en algún lugar de mi conciencia, tenga la solución a su problema y poderle devolver lo más importante en este mundo, la salud. Pero al ver pitufitos como tú, siento que nada puedo hacer. Me invade una tristeza de muerte, un dolor profundo que solo se mitiga levemente al saber que los culpables sí pagan. Tu madre llegará en cualquier momento a recoger tu cuerpo y le diremos la causa de tu muerte. La policía ha ido a buscar a tu padre. Y por momentos quisiera ser hombre, para causarle tanto o más dolor del que te ha causado, y verlo llorar mientras sufre al entender que ha pasado, pero eso no sucederá. Ya no quiero pensar en eso, pitufito. No sé qué pasará con él, ni con tu mamá ni con tu hermano - ruego a Dios que no corra la misma suerte que tú - ni si la justicia en verdad existe en un país tan sombrío como este. Seguro que en los días que me quedan aquí seguiré viendo las miserias y penas de cada día. Solo me consuela saber que estás libre, pitufito N.N, del trabajo, de la violencia, de la tristeza. Ya nadie te podrá herir en donde has ido y no volverás a preocuparte de nada. Y ahí en el cielo al lado de Dios - sí era verdad lo que decía tu maestra - jugarás como en el arenal, saltando, chivateando, riendo y siendo ya, sin remordimientos ni penas ni lágrimas, verdaderamente feliz.

Supayniyux

Basado en un hecho real

14 mar 2008

Mar adentro

"Por la blanda arena que lame el mar
su pequeña huella no vuelve más.
Un sendero solo de pena y silencio llegó
hasta el agua profunda.
Un sendero solo de penas mudas llegó
hasta la espuma"
Alfonsina y el Mar





1 ene 2008

Despertar de una noche de verano

En efecto, hemos llegado. No se ha detenido el bote por completo, y ya empiezo a tener una sensación extraña. Trato rápidamente de identificar ese aire extraño que acaba de embargar el sueño abruptamente y me doy cuenta con una tristeza fatal, que estoy despertando. No podría ser otra cosa. Es ese momento en los sueños que nos acompañan cada noche, en el que te das cuenta de que lo que estás viviendo no es real, y sientes una pena si lo que pasaba era bonito, o alegría si te das cuenta que el tormento que vivías se acabaría apenas despiertes. Es esa sensación rara la que me está invadiendo ahorita, como una certeza de que en poco tiempo se acabará lo que estoy viviendo y el fin inexorable de mi sueño me desconcentra por un breve instante. Es casi como el final de Cien Años de Soledad, cuando la lectura final de los manuscritos de Melquíades arrasara con todo Macondo y mientras se iban descifrando línea por línea, línea por línea iba sucendiendo hasta llegar la fin. Decido en ese momento no pensar en eso y simplemente seguir este sueño que hemos planteado los dos hasta que evetualmente se acabe, porque cuando uno decide ser feliz - esto lo aprendí a cocachos - no hay tribulación o angustia que se interponga. Ser feliz es, pues, lo que decido ahora.

Tú me miras con ternura y enciendes la vela. Mi miedo de terminar en un bote de madera incendiándose en pleno año nuevo por una aparentemente inofesiva vela se disipa cuando te acercas y me abrazas. Estamos echados, en silencio, protegidos con la manta y mirando el cielo muerto que espera la llegada de las doce para incendiarse con mil petardos y fuegos artificiales. Tomas el libro que has traído - muero de curiosidad por saber cuál es - y no dejas que vea la tapa. Con mi cabeza apoyada en tu pecho, me lees el final:

Negra, la Bruja Negra estuvo siempre detrás de mí.
Ahora también se me aparece por delante ¡negra!
Vuelve al revés el manto y la palabra ¡negra!
Me paga con dinero negro ¡negra!
Mientras los niños cantan y no cantan:
¿Está la Bruja Negra ahí? ¡Sí, sí, sí!

Nada mejor que un loco como nosotros para acompañarnos en este sueño, nada mejor que Grass para hacernos añorar un tambor de hojalata que nos una al mundo cada vez que lo toquemos. Es el libro que yo te regalé en ese cumpleaños en el que no quise verte, y fui la única persona que faltó a tu fiesta. Tus 33 años, la edad de Cristo, cuando más me esperabas y cuando más falté. Lo siento mucho, de verdad lo siento. No pude estar ahí contigo, y sé que todavía te duele esa ausencia en un momento tan importante. Días después me presenté en la publicación de tu libro, y al final de la reunión, cuando todos se acercaban para la firma de dedicatorias, me acerqué y te entregué el libro que ahora sostienes en tu mano y lees con tanto cariño. Me miraste, en los primeros segundos molesto, luego nostálgico, y luego resignado. A cambio, me diste un ejemplar de tu obra, con una dedicación escueta y feroz: "Para la que siempre está callada, para la que nunca dice nada...". Luego de eso, volvimos a perder contacto como siempre ha sido en todo este tiempo que nos conocemos. El vernos un día, y extrañar la próxima ocasión de un café por semanas y meses. ¿Qué es lo que teníamos? No lo sabremos, mi estimado, y las cosas no cambiarán, porque siempre estaremos en ese círculo vicioso de caminar juntos y minutos después prometer el no saber del otro jamás, pero por ahora hemos hecho un alto en nuestras vidas y estamos compartiendo esta lectura en el mar.

Miras tu reloj y rápidamente te pones de pie. Me ayudas y dices: "Ya van a ser las doce, y hay algo que tenemos que hacer" Me miras, un poco apenado, y entiendo qué es lo que quieres. Sonrío porque sé que tú no bailas bien, a pesar de que nunca te vi en una pista y creo que tú tampoco a mí. Sabía, por tus relatos en esas pocas tardes caminando por el centro de la ciudad, que te gusta ver y creo yo que esos afanes voyeuristas se extendían a campos más allá de las pistas de baile. Entre risas y espantos por tus experiencias, suponía que tenías dos pies izquierdos para cualquier danza, desde el bolero hasta la salsa, así que te prometí nunca bailar contigo para no dejarte minimizado ante cientos de concurrentes en las fiestas limeñas - no hay nada mejor que ser soberbia contigo y verte renegar por eso, recuerda que yo soy más inteligente - y veo que ahora en este sueño que trascurre y se va poniendo como el sol al finalizar la tarde, quieres bailar conmigo. Todo es posible en un episodio narcótico en el medio del mar bajo la oscuridad. Entonces de la pequeña radio, escucho una exquisita guitarra de bolero cincuentero, envolvente, inmejorable, que precede a las voces de tres diamantes que cantan el primer y último vals juntos:

"Divina ilusión, que yo forjé,
un sueño fue, que no se realizó.
Sin tu calor, mi alma morirá,
pensando siempre en tí, dulce amor ven a mí"
.
Ahí, bailando casi imperceptiblemente, apoyados uno en el otro, nos ha dado las 12. Y lo sé porque el cielo ha roto su negrura y se llena de mil colores, formas y luces. Cientos de fuegos artificiales alumbran el nuevo año - el hombre siempre ha tenido y tendrá una fascinación especial con los fuegos artificiales, que por segundos lo sumergen en un estado de embobamiento ante algo tan bello - y nosotros no somos la excepción. Extrañamente, no se escuchan los estallidos ni silbidos previos a los destellos en el firmamento, sino que un silencio sepulcral fuera de las voces de Enrique, Gustavo y Saulo nos envuelve de nuevo. Solo nos acompañan las luces, la divina ilusión y la sensación de estar tan cerca, pero a la vez terriblemente lejos, bailando al compás de un bolero en el medio del mar, de la nada, del mundo, del año nuevo y del cielo. Los colores en el cielo duran mucho tiempo, pero eso ya no importa porque la canción, por la magia de los sueños, se ha perpetuado y seguimos de pie. Sé que estás llorando, como yo, aunque los motivos que tengamos para hacerlo sean diferentes. Cuánto siento el no quererte como debería, y que tú me quieras sin deber hacerlo. Cuánto siento que yo misma sea una traba para algo bueno, y que todavía no esté lista para abrir los brazos. Cuánto lo siento, pero no puedo cambiar la realidad. Solo puedo vivir este sueño, y te abrazo con más fuerza porque sé que se está terminando. Tú has dejado de llorar, te has separado de mí, me miras con un cariño que traspasa como daga y luego entiendo que esta ensoñación está llegando a su fin. Luego de sentarnos de nuevo, me echo sobre tu pecho otra vez porque siento que se escapa de mis manos todo lo que estoy viviendo. Siento que se me está acabando el tiempo y todo se está acabando y no hay nada que pueda hacer ante eso. Y así, abrazada escuchando el corazón que tenías pero que ya no suena, volvemos a entrar a la oscuridad plena. Se han terminado los festejos por este nuevo año, todos en la playa han vuelto a sus fiestas, fogatas y bacanales, y yo tengo solo una sonrisa por haber recibido un día contigo. Cierro los ojos - por más que hago esfuerzos por no hacerlo - y así, juntitos los dos cerquita de Dios es, por un momento, lo que soñamos. Te pido que acaricies mi ensueño, mientras escucho el suave murmullo de tu suspirar. Y así, cayendo nuevamente en los brazos de Morfeo - que se han vestido de los tuyos - me voy perdiendo en el subconciente. Se deja de sentir la brisa, la música, el calor, la felicidad, el cariño, y todo lo bueno y malo que viene en el gran despertar de un sueño y luego de muchos segundos, minutos u horas, no lo sé todavía, vuelvo a abrir los ojos. A pesar de una vaga esperanza basada en la irrealidad, me doy cuenta que sigo donde empecé. Tengo una copa de buen vino en una mano, y solo una vela en la otra. Sigo echada en mi sillón de cuero nuevo, rodeada de las luces silenciosas de mi árbol, en una sala por el resto en penunmbras. Tardo en entender si todo ha sido mentira, o si simplemente he vuelto a este mundo de conciencia luego de algo único, casi casi como un sueño. Pero al final de esta vida, nada de eso importa. Porque como decía el arquitecto de Macondo, la vida no es como la vives, sino como la recuerdas, y cómo la recuerdas para contarla.
.
Y para mí, el recuerdo de esa noche de verano fue más vida que nunca.
.
Supayniyux